Santidad 20: ¡Cristo es todo! – J. C. Ryle

Tenemos el enorme placer de publicar el último capítulo del libro. Ha sido un camino largo, especialmente para Erika que ha traducido el libro al completo con constancia y esfuerzo. ¡Qué lo disfrutéis!

Anteriores capítulos del libro:

1. Introducción

2. Pecado

3. Santificación

4. Santidad

5. La batalla

6. El costo

7. Crecimiento

8. Certeza

9. Moisés

10. Lot

11. Una mujer para recordar

12. El gran trofeo de Cristo

13. El Soberano de las olas

14. La Iglesia que Cristo edifica

15. Advertencias a las iglesias

16. ¿Me amas?

17. ¡Sin Cristo!

18. ¡Sed saciada!

19. ¡Inescrutables riquezas!

Traducido por Erika Escobar

“¡Cristo es todo!” Colosenses 3:11

Las palabras del texto que encabeza esta página son pocas, concisas y breves pero contienen grandes cosas.  Como esos dichos dorados “Para mí vivir es Cristo”, “Vivo –pero no yo- sino Cristo en mí”, éstas son singularmente ricas y sugerentes (Fil. 1:21, Gal 2:20).

Estas tres palabras son la esencia y sustancia del Cristianismo.  Si nuestros corazones pueden realmente aceptarlas,  entonces nuestras almas están bien.  Si no, podemos estar seguros de que tenemos mucho aún por aprender.

Déjenme tratar de establecer a mis lectores en qué sentido Cristo es todo, y déjenme pedirles, en la medida en que lean, juzgarse honestamente a sí mismos  para que no naufraguen en el juicio del último día.

A propósito cierro este libro con un mensaje sobre este versículo admirable.   Cristo es la esencia de ambos, del  cristianismo práctico y del doctrinal.   Un conocimiento correcto de Cristo es esencial para el correcto conocimiento tanto de la santificación como de  la justificación.  Aquel que busca la santidad no hará ningún progreso a menos que le otorgue a Cristo Su legítimo lugar.  Comencé este libro con una sencilla sentencia sobre el pecado.  Déjenme terminarlo con una sentencia igualmente sencilla acerca de Cristo.

1. Cristo está en todos  los concejos de Dios

a. Hubo un tiempo en que esta tierra no existía.  Tan sólidas como las montañas y los mares sin fronteras parecen,  tan altas como las estrellas están en el cielo, alguna vez no existían.  Y el hombre, con todos los altos conceptos que tiene hoy de sí mismo, era una criatura desconocida.

¿Y dónde estaba Cristo entonces?

Aun entonces Cristo estaba “con Dios” y “era Dios” y era “Igual a Dios” (Jn 1:1, Fil 2:6).  Aun entonces Él era el hijo amado de su Padre “Tú Me amaste”, dice, “antes de la fundación del mundo”.  “Tenía la gloria Contigo antes de que el mundo comenzara”.   “Fui establecido como eterno desde el comienzo y antes que la tierra fuera” (Jn 17:5, 24, Prov. 8:23).  Aun entonces, antes de la fundación del mundo, “Él era el Salvador predestinado” (1 Ped 1:20) y los creyentes eran “escogidos en Él” (Efe. 1:4)

b. Vino el tiempo cuando la tierra fue creada en su orden actual.  El sol, la luna y las estrellas, el mar, la tierra y sus habitantes fueron llamados a ser, hechos del caos y la confusión.  Y, al final de todo, el hombre fue formado del polvo de la tierra.

¿Y dónde estaba Cristo entonces?

Escuche lo que las Escrituras dicen:  “Todas las cosas fueron hechas por Él y sin Él nada de lo hecho fue hecho” (Jn 1:3).  “Todas las cosas fueron creadas por Él, las que están en el cielo y las que están en la tierra” (Col 1:16).  “y Tú, Señor, en los comienzos dispusiste la fundación de la tierra y los cielos son la obra de Tus manos” (Heb 1:10).  Cuando formaba los cielos, allí estaba Yo; cuando trazaba el círculo sobre la faz del abismo; Cuando afirmaba los cielos arriba, cuando afirmaba las fuentes del abismo; cuando ponía al mar su estatuto, para que las aguas no traspasasen su mandamiento; cuando establecía los fundamentos de la tierra, con Él estaba como uno solo (Prov 8:27-30).  ¿Podemos sorprendernos de que el Señor Jesús, en Su prédica, sacara en forma continua Sus lecciones del libro de la naturaleza?  Cuando  habló de la oveja, el pez, los cuervos, el trigo, las lilas, la higuera, el vino,  habló de las cosas que Él mismo había hecho.

c. Vino el día en que el pecado entró en el mundo.  Adán y Eva comieron de la fruta prohibida y cayeron.  Perdieron la naturaleza santa en la cual ellos en un principio fueron formados.  Perdieron la amistad y el favor de Dios y se volvieron pecadores culpables, corruptos y sin esperanza.  El pecado vino a ser como una barrera entre ellos y su santo Padre en los cielos.  Si Dios hubiera tratado con ellos ajustándose a sus deseos no habría habido nada ante ellos sino la muerte, el infierno y la ruina eterna.

¿Y dónde estaba Cristo entonces?

En ese mismo día,  Él fue revelado a nuestros temblorosos padres como la única esperanza para su salvación.  El mismísimo día que cayeron, se les dijo que la semilla de una mujer magullaría la cabeza de la serpiente, que un Salvador nacido de mujer vencería al demonio y ganaría para el hombre pecador una entrada a la vida eterna (Gen. 3:15).  Cristo fue establecido como la verdadera luz del mundo, en el mismísimo día de la caída; y nunca desde ese día se ha conocido ningún otro nombre por el cual las almas puedan ser salvadas, excepto el Suyo.  Por Él todas las almas salvadas han entrado al cielo, desde Adán hasta hoy, y sin Él nadie nunca ha escapado del infierno.

d. Vino un tiempo cuando el mundo pareció hundirse y enterrarse en la ignorancia de Dios.  Luego de cuatro mil años, las naciones de la tierra parecieron haber olvidado sin problemas al Dios que los creó.  Los imperios egipcios, asirios, persas, griegos y romanos no hicieron nada más que propagar la superstición y la idolatría.  Los poetas, historiadores, filósofos han probado que, con todos sus poderes intelectuales, no tenían el correcto conocimiento de Dios, y que el hombre, abandonado a sí mismo, fue  finalmente corrompido.  “El mundo, por sabiduría, no conoció a Dios” (1ª Cor 1:21).  Exceptuando unos pocos despreciados judíos en un rincón de la tierra, el mundo entero estaba muerto en ignorancia y pecado.

¿Y qué hizo Cristo entonces?

Él dejó la Gloria que había tenido desde la eternidad con el Padre y vino al mundo a entregar salvación.   Tomó nuestra naturaleza, y nació como un hombre.  Como un hombre, Él hizo la voluntad perfecta de Dios, la que todos nosotros habíamos dejado sin hacer;  como un hombre, Él sufrió en la cruz la ira de Dios, la cual nosotros debimos haber sufrido.   Trajo la justicia eterna para nosotros.  Nos redimió de la maldición de la ley rota.  Él abrió una fuente para todos los pecados y la inmundicia.  Él murió por nuestros pecados.  Resucitó para nuestra justificación.  Él ascendió a la mano derecha de Dios y se sentó allí en espera de que  Sus enemigos caigan a Sus pies.  Y Él está sentado allí ahora, ofreciendo salvación a todos aquellos que van a Él, intercediendo por todos aquellos que creen en Él, y manejando por el designio de Dios todo lo que concierne a la salvación de las almas.

e. Vendrá un tiempo cuando el pecado sea expulsado de este mundo.  La maldad no florecerá sin castigo.  Satanás no reinará para siempre, la creación no gemirá siempre por esa carga.

Habrá un tiempo para la restitución de todas las cosas.  Habrá un nuevo cielo y una nueva tierra donde habitará la justicia, y la tierra estará llena de conocimiento del Señor como las aguas que cubren el mar (Rom. 8:22, Hech 3:21, 2ª Ped 3:13, Isa 11:9).

¿Y dónde estará Cristo entonces? ¿Y qué hará?

Cristo mismo será el Rey.  Regresará a esta tierra y hará todas las cosas nuevas.  Vendrá en las nubes del cielo con poder y gran gloria, y los reinos del mundo serán suyos. El gentil le será dado por Su herencia y las más recónditas porciones de la tierra serán Sus posesiones.  A Él se inclinará toda rodilla y cada lengua confesará que Él es el Señor.   Su dominio será un dominio eterno, no perecerá, y Su reino no será destruido (Mat. 24:30, Apo 11:15, Sal 2:8, Fil 2:10, Dan. 7:14).

f. Vendrá el día en que todos los hombres serán juzgados.  El mar arrojará a sus muertos, la muerte y el infierno liberarán a sus muertos.  Todos los que duermen en la tumba despertarán y se presentarán, y todos serán juzgados de acuerdo a sus obras (Apo. 2:13, Dan. 12:2).

¿Y dónde estará Cristo entonces?

Cristo Mismo será el Juez.  “El Padre le ha dado todo el juicio al Hijo”.  “Cuando el Hijo del hombre venga en Su gloria entonces  Se sentará en el trono de Su gloria y ante Él se reunirán todas las naciones y Él separará los unos de los otros, como un pastor que divide las ovejas de las cabras”.  “Todos debemos enfrentar el juicio de Cristo, que cada uno reciba las cosas que ha hecho en su cuerpo, de acuerdo a lo que ha hecho, sea esto bueno o malo” (Jn 5:22, Mat. 25:31, 32:2, 2ª Cor. 5:10).

Ahora si cualquier lector de este mensaje tiene a Cristo en baja estima, ¡que sepa este día que es muy distinto de Dios!  El hombre tiene una mente y Dios tiene otra.  Usted juzga de una forma y Dios de otra.   Usted puede pensar que es suficiente dar a Cristo un poco de honor,  un poco reverencia, un poco respecto, no obstante, en los concejos eternos de Dios el Padre, en la creación, la redención, la restitución y el juicio –en todos ellos- Cristo es “todo”.

Con certeza, bien haremos tener en consideración estas cosas.  Verdaderamente no están escritas en vano “aquel que no honra al Hijo no honra al Padre que lo envió” (Jn 5:23).

2. Cristo lo es todo en la Biblia.

Encontramos a Cristo en cada parte de los dos testamentos – Vaga e indistintamente en el comienzo, más clara y abiertamente en el medio y completa y enteramente al final- no obstante real y sustancialmente en todas partes.

La muerte y sacrificio de Cristo en favor de los pecadores, y el reino de Cristo y la futura Gloria son las luces que debemos tener presente en cualquiera de los libros de las Escrituras que leamos.  La cruz de Cristo y la corona de Cristo son las claves que debemos asir firmemente si deseamos encontrar nuestro camino a través de las dificultades de la Escritura.  Cristo es la única llave que abrirá muchos de los lugares oscuros de la Palabra.  Algunas personas se quejan de que no pueden entender la Biblia y la razón es muy simple, no usan la llave.  Para ellos, la Biblia es como los jeroglíficos de Egipto.  Es un misterio sólo porque no saben y no usan la llave.

a. Fue Cristo crucificado el que fue puesto en cada sacrificio del Antiguo Testamento.  Cada animal muerto y ofrecido en un altar era la confesión práctica de que se buscaba un Salvador que moriría por los pecadores –un Salvador que tomaría los pecados del hombre, sufriendo en su lugar, como Su sustituto y Su vicario (1ª Ped 3:18).  ¡Es absurdo suponer que una carnicería de bestias inocentes, sin significado ni objetivo concreto, podría complacer al Dios eterno!

b. Era a Cristo a quien Abel buscó cuando ofreció un sacrificio mejor que Caín.   No sólo era el corazón de Abel mejor que el de su hermano sino que mostró su conocimiento del sacrificio vicario y su fe en la expiación.  Ofreció el primogénito de su ganado y la sangre y al así hacerlo declaró su convicción de que sin esparcir la sangre no hay remisión de pecado (Heb. 11:4).

c. Era Cristo de quien Enoc profetizó en los días de abundante maldad, antes del diluvio.  “Miren”, dijo, “he aquí el Señor que viene con diez mil de Sus santos a juzgar a todos” (Jud 1:14).

d. Era Cristo a quien Abraham miró cuando habitó en tiendas en la tierra prometida. Creyó que en su simiente, en uno nacido de su familia, todas las naciones de la tierra serán bendecidas.  Por fe  vio el día de Cristo y tuvo contentamiento (Jn 8:56)

e.  Fue de Cristo de quien Jacob habló a sus hijos en su lecho de muerte.  Él señaló a la tribu de la cual  nacería y presagió “permaneciendo juntos en Aquel que estaba aún por ser”. “El cetro no será quitado de Judá, ni el legislador de entre sus pies, hasta que venga Siloh, y a Él se congregarán los pueblos” (Gen 49:10).

f. Era Cristo quien era la sustancia de la ley ceremonial que Dios entregó a Israel por la mano de Moisés.  Los sacrificios de la mañana y de la tarde, el esparcimiento continuo de sangre, el altar, el propiciatorio, el sumo sacerdote, la pascua, el día de la expiación, el chivo expiatorio, todos ellos eran imágenes, formas y emblemas de Cristo y Su obra.  Dios tuvo compasión de la debilidad de Su pueblo.  Les enseñó de Cristo, línea tras línea, y –como nosotros enseñamos a los niños- usó las semejanzas.  Fue en este sentido especial que “la ley era una guía maestra para conducir” a los judíos “a Cristo” (Gal 3:24)

g. Era Cristo sobre quien Dios dirigió la atención de Israel a través de sus diarios milagros, esos que fueron hechos ante sus ojos en el desierto.  La columna de nubes y fuego que los guió, el maná del cielo que cada mañana los alimentó, el agua de la roca que los siguió –¡todos y cada uno de ellos eran figuras de Cristo!  La serpiente de bronce, en la memorable ocasión cuando la plaga de fieras serpientes fue puesta sobre ellos, fue un emblema de Cristo (1ª Cor 10:4, Jn 3:14)

h. Fue Cristo de quien todos los jueces fueron símiles.  José, Gedeón, Jafet, Sansón y todo el resto a quienes Dios elevó para conducir a Israel desde la cautividad –todos eran emblemas de Cristo.  Tan débiles, inestables y defectuosos como algunos de ellos eran, fueron puestos como ejemplos de cosas mejores para el futuro distante.  Todos estaban destinados a recordar a las tribus de ese  Libertador muy superior que estaba aún por venir.

i. Era de Cristo de quien David, el rey, era tipo.  Ungido y escogido cuando unos pocos le daban honor, despreciado y rechazado por Saúl y todas las tribus de Israel, perseguido y obligado a abandonar su vida,  un hombre de penas durante  toda su vida –y aún a todas vistas un conquistador-  en todas estas cosas, David representaba a Cristo.

j. Era de Cristo de quien los profetas, desde Isaías a Malaquías, hablaron.  Ellos vieron a través de un vidrio opaco.   A veces hablaron de Sus sufrimientos y otras de Su gloria por venir (1ª Ped 1:11).  No siempre nos dejaron claro la distinción entre la primera y la segunda venida de Cristo.  Como dos velas en una sola luz, una detrás de la otra, algunas veces vieron ambos eventos simultáneamente y hablaron de ellos en un solo aliento.   Algunas veces fueron impulsados por el Espíritu Santo a escribir de los tiempos de Cristo crucificado y algunas veces del Reino de Cristo en los últimos días.  No obstante el Jesús muriendo o el Jesús reinando era el sentido que siempre encontrará presente en sus pensamientos.

k. Es de Cristo, necesito decirlo enfáticamente, de quien todo el Nuevo Testamento está lleno.

Los Evangelios son Cristo viviendo, hablando y moviéndose entre los hombres.

Los Hechos son Cristo predicado, publicado y proclamado.

Las Epístolas son Cristo escrito, explicado y exaltado.

No obstante en todo, desde el inicio al fin, hay sólo un nombre por sobre todo nombre y ese es el nombre de Cristo.

Encomiendo a cada lector de este mensaje preguntarse lo que la Biblia significa para sí mismo.  ¿Es una Biblia en la cual usted ha encontrado sólo buenos preceptos morales y consejos sensatos?  ¿O es la Biblia en la cual usted ha encontrado a Cristo?  ¿Es la Biblia en la cual Cristo es todo?  Si no lo es, claramente le digo, hasta hoy usted ha  usado su Biblia con un propósito muy superficial.  Usted es como un hombre que estudia el sistema solar y deja fuera de sus estudios el sol, que es el centro de todo.   ¡No es de sorprenderse que encuentre su Biblia un libro soso!

3. Cristo lo es todo en la religión de todos los verdaderos cristianos

Al decir esto, deseo resguardarme de ser mal entendido.  Sostengo la necesidad absoluta de la elección de Dios el Padre, y de la santificación de Dios el Espíritu con el fin de lograr la salvación de cualquiera que sea salvo.  Sostengo que existe una armonía perfecta y unísona en la acción de las tres Personas de la Trinidad para llevar a cualquier hombre a la gloria y que las tres cooperan y trabajan en una labor mancomunada en su liberación del pecado y del infierno.  Tal es el Padre, tal es el Hijo y tal es el Espíritu Santo.  El Padre es misericordioso, el Hijo es misericordioso, el Espíritu Santo es misericordioso.  Los mismos tres que dijeron en el principio “Hagamos”, también dijeron “Redimamos y salvemos”.  Sostengo que todo aquel que accede al cielo atribuirá toda la gloria de su salvación al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo; tres Personas en un único Dios.

No obstante, simultáneamente, veo claramente la prueba en las Escrituras que es el propósito de la bendita Trinidad que Cristo deba ser prominente y distintivamente exaltado en lo que se refiere a la salvación de las almas.   Cristo fue puesto como el Verbo, a través del cual el amor de Dios a los pecadores se hizo conocido.  La encarnación de Cristo y la muerte expiatoria en la cruz son las piedras fundamentales sobre las cuales el plan completo de salvación descansa.   Cristo es el camino y la puerta por las cuales los acercamientos a Dios pueden hacerse.  Cristo es la raíz en la cual los pecadores escogidos deben ser injertados.  Cristo es el único lugar de encuentro…

Entre Dios y el hombre,

Entre el cielo y la tierra,

Entre la Santa Trinidad y el pobre pecador hijo de Adán.

Es a Cristo  quien Dios el Padre ha sellado y señalado para conferir vida a un mundo muerto (Jn 6:27).   Es Cristo a quien el Padre ha dado al pueblo para ser conducidos a la gloria.  Es de Cristo de quien el Espíritu testifica y a quien conduce siempre a las almas para perdón y paz.  En breve, “ha complacido al Padre que en Cristo exista toda plenitud!” (Col. 1:19). Lo que el sol es en los cielos del cielo, eso es Cristo en el verdadero cristianismo.

Digo estas cosas como una forma de explicar.   Deseo que mis lectores entiendan claramente que al decir “Cristo es todo” no quiero decir dejar de lado el trabajo del Padre o del Espíritu. Déjenme mostrarles lo que quiero decir.

a. Cristo es todo en la justificación de un pecador ante Dios

Sólo a través de Él, podemos tener paz con un Dios Santo.  Sólo por Él, podemos tener admisión en la presencia del Altísimo y pararnos allí sin temor. “Tenemos la seguridad y acceso seguro  por la fe en Él”.   Sólo en Él, Dios puede ser justo y justificar a los impíos (Efe. 3:12; Rom. 3:26).

¿Con qué puede cualquier hombre mortal ir ante Dios?  ¿Qué podemos llevar como una súplica de absolución ante ese glorioso Ser  en cuyos ojos el mismo cielo no puro?

¿Diremos que hemos cumplido nuestro deber para con Dios?  ¿Diremos que hemos cumplido nuestro deber para con nuestro vecino?   ¿Llevaremos nuestras oraciones, nuestra regularidad, nuestra moralidad, nuestras enmiendas, nuestras concurrencias al templo?   ¿Pediremos a Dios su aceptación por causa de cualquiera de estas cosas?

¿Cuál de estas cosas podrá soportar la escrutadora inspección de los ojos de Dios?  ¿Cuál de ellas verdaderamente nos justificará?  ¿Cuál de ellas nos permitirá enfrentar limpios el juicio y nos conducirá seguros a la gloria?

¡Ninguna, ninguna, ninguna!   Tomemos cualquier mandamiento de los diez y examinémonos a la luz de él.   Lo hemos quebrantado repetidamente.   No podemos responder a Dios de uno en mil.   Mirémonos a cualquiera de nosotros y analicemos nuestros caminos y veremos que no somos nada más que pecadores.   Sólo hay un veredicto: somos todos culpables, todos debemos morir y mereceremos el infierno.   ¿Con qué podemos presentarnos ante Dios?

Debemos ir en nombre de Jesús, no hay otra base,  suplicando con ninguna otra súplica que no sea esta:  “Cristo murió en la cruz por los incrédulos, yo confío en Él.  Cristo murió por mí y yo creo en Él”.   La vestimenta de nuestro Hermano Mayor, la justicia de Cristo, es la única túnica que puede cubrirnos y habilitarnos a pararnos en la luz del cielo sin vergüenza.

El nombre de Jesús es el único nombre por el cual podremos obtener una entrada a través de la puerta a la gloria eterna.  Si vamos a llegar delante  de esa puerta por nuestros propios nombres, estamos perdidos,  no seremos admitidos y golpearemos en vano.   Si vamos en el nombre de Jesús, que es un pasaporte y sello de origen, entraremos y viviremos.

La marca de la sangre de Cristo es la única marca que nos puede salvar de la destrucción.  Cuando los ángeles separen a los hijos de Adán en los últimos días, si no tenemos la marca con la sangre expiatoria, sería preferible no haber nacido nunca.

Oh, que nunca olvidemos que Cristo debe ser todo para esa alma que será justificada!  Debemos estar contentos de ir al cielo como mendigos, salvados por gracia gratuita, simplemente como creyentes en Jesús o nunca seremos salvos en absoluto.

¿Hay una alma irreflexiva y mundana entre los lectores de este libro?  Hay alguno que piensa llegar al cielo salvándose a toda prisa al final,  “el Señor tenga misericordia de mí”. ¿Sin Cristo?  Amigo, usted está sembrando miseria para sí mismo, y a menos que cambie, despertará a una eterna aflicción.

¿Hay una alma orgullosa y ceremoniosa entre los lectores de este libro?  ¿Hay alguien pensando hacerse a sí mismo adecuado para el cielo, y suficientemente bueno para pasar libremente a causa de sus propias obras?  Hermano, usted está construyendo un Babel y nunca alcanzará el cielo en su actual estado.

Sin embargo,  ¿hay alguno laborioso y cargado entre los lectores de este libro?  ¿Hay alguien que desee ser salvo y se siente como un vil pecador?   A él le digo:  “Venga a Cristo, y Él lo salvará.  Venga a Cristo y ponga las cargas de su alma en Él.  No tema, sólo crea”.

¿Teme a la ira?   Cristo puede liberarlo de la ira por venir.

¿Siente la maldición por una ley quebrantada?   Cristo puede redimirlo de la maldición de la ley.

¿Se siente distante?  Cristo ha sufrido para traerlo cerca de Dios.

¿Se siente impuro?  La sangre de Cristo puede lavar todos los pecados.

¿Se siente imperfecto?  Usted será completo en Cristo.

¿Se siente como si  fuera la nada?  Cristo será todo en todo para su alma.

Ningún santo alcanzó el cielo con ninguna historia excepto por esta:  “fui lavado y emblanquecido con la sangre del Cordero” (Apo. 7:14)

b. Cristo no es sólo todo en la justificación de un verdadero Cristiano sino que también es todo en su santificación. No quisiera que alguien me malentendiera.  Ni por un momento desvalúo el trabajo del Espíritu.  Sin embargo, digo esto, ningún hombre será alguna vez santo sino hasta que venga a Cristo y sea uno con Él.  Hasta entonces, sus obras son obras muertas, y no tiene santidad alguna. Primero debe unirse a Cristo y entonces será santo. “Sin Él, separados de él, usted nada puede hacer” (Jn 15:5).

Ningún hombre puede crecer en santidad, a menos que permanezca en Cristo.  Cristo es la gran raíz de la cual cada creyente debe extraer su fortaleza para seguir adelante.  El Espíritu es Su regalo especial, Su regalo comprado para Su pueblo.  Un creyente no debe solamente “recibir a Cristo el Señor” sino “caminar con Él, y arraigarse y sobredificarse en Él” (Col. 2:6,7)

¿Desea ser santo?   Entonces Cristo es el maná que debe comer diariamente, como Israel en el desierto del Antiguo Testamento.

¿Desea ser santo?  Entonces Cristo debe ser la roca de la cual usted diariamente beba el agua viva.

¿Desea ser santo?  Entonces debe mirar siempre a Jesús, mirar Su cruz y tomar renovados bríos para una caminata más cercana con Dios; mirar Su ejemplo, tomándolo como su modelo.   Mirándolo a Él se volverá como Él.  Mirándolo a Él,  su rostro brillará sin saberlo.  Mírese menos a sí mismo y más a Cristo y encontrará que sus pecados residentes cejarán y lo abandonarán y sus ojos serán abiertos más y más cada día (Heb. 12:2, 2 – 2ª Cor 3:18).

El verdadero secreto para salir del desierto es abandonarse al Amado (Cant. 8:5).  La verdadera forma de ser fuerte es darse cuenta de nuestra debilidad y sentir que Cristo debe ser todo.   El verdadero camino para crecer en gracia es hacer uso de Cristo como una fuente para las necesidades de cada minuto.  Debemos emplearlo a Él como la esposa del profeta empleó el aceite –no sólo para pagar nuestras deudas sino para continuar viviendo.  Debemos luchar para ser capaces de decir “la vida que vivo en la carne la vivo por fe en el Hijo de Dios, que me amó y se dio a Sí mismo por mí (2ª Rey 4:7, Gal 2:20).

¡Me apeno por aquellos que tratan de ser santos sin Cristo!  Toda su labor es en vano.  Están poniendo dinero en un saco roto.  Están derramando agua en un cedazo.  Están haciendo rodar una enorme piedra redonda  colina arriba.  Están construyendo un muro con mortero sin templar.  Créanme, están comenzando equivocadamente.   Deben venir a Cristo primero y Él les dará Su espíritu santificador.  Deben aprender a decir junto con Pablo “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Fil. 4:13).

c. Cristo no solamente es todo en la santificación de un verdadero cristiano sino lo es todo en su consuelo en los tiempos presentes.  Una alma salvada tiene muchas tribulaciones.  Tiene un cuerpo como cualquier hombre, débil y frágil.  Tiene un corazón como cualquier otro hombre y a menudo, también, uno más sensible.  Enfrenta pruebas y pérdidas que tiene que soportar como otros y a menudo mucho más.  Tiene su cuota participación de pesares, muertes, desengaños, cruces.

Tiene

El mundo al que oponerse,

Un lugar en la vida para llenar intachablemente,

Parientes no convertidos que soportar pacientemente,

Persecuciones que afrontar,

Y una muerte para morir.

¿Y quién es suficiente para todas estas cosas?  ¿Qué posibilitará a un creyente soportar todo esto?  Nada más que la consolación que hay en Cristo (Fil. 2:1).

Jesús es verdaderamente el Hermano nacido para la adversidad.  Él es el Amigo que permanece más cercano que un hermano,  solo Él puede consolar a Su pueblo.  Él puede ser tocado con los sentimientos de sus iniquidades porque Él las sufrió en Sí mismo (Heb. 4:15).  Él sabe lo que es la pena porque Él fue un hombre de pesares.  Él sabe lo que es un cuerpo doliente porque Su cuerpo fue afligido con dolor.  El lloró “Todos mis huesos están fuera de sus coyunturas” (Sal. 22:14).   Él sabe lo que es la pobreza y el trajín porque a menudo estaba cansado y no tuvo ningún lugar para descansar Su cabeza.  Él sabe lo que es el desagravio familiar porque ni Sus hermanos creyeron en Él.  No tuvo ningún honor en Su propia casa.

Y Jesús sabe exactamente cómo consolar a Su pueblo afligido.  Él sabe…

Cómo poner aceite y vino en las heridas del espíritu,

Cómo llenar los espacios en los corazones vacíos,

Cómo administrar  una palabra adecuada al afligido,

Cómo sanar un corazón roto,

Cómo confortarnos en la enfermedad,

Cómo acercarnos cuando estamos desvanecidos,  y dice “No temas, Yo soy tu salvación” (Lam. 3:57).

Hablamos de compasión siendo agradables. No hay compasión como la de Cristo.  En todas nuestras aflicciones, Él se conduele.  Sabe de nuestras penas.  En todos nuestros dolores, Él se duele y es el buen médico, Él no nos dará ni una gota de dolor de más.  David una vez dijo “En la multitud de mis pensamientos, Tus consuelos deleitan mi alma” (Sal 104:19).  Muchos creyentes, estoy seguro, podrían decir lo mismo.  “Si el Señor mismo no hubiera permanecido conmigo, las aguas profundas habrían cubierto mi alma (Sal. 124:5).

Parece maravilloso ver cómo un creyente sale de todos sus problemas. Parece fuera de comprensión ver cómo es llevado a través del fuego y el agua.  Sin embargo, la verdadera razón de ello es tan sólo ésta:   Cristo no es sólo justificación y santificación sino también consolación.

¡Oh, a usted que desea consolación que no falla, le encomiendo a Cristo!   Sólo en Él no hay fallas.

Los hombres ricos se desilusionan de sus tesoros.

Los hombres doctos se desilusionan de sus libros.

Los esposos se desilusionan de sus esposas.

Las esposas se desilusionan de sus maridos.

Los padres se desilusionan de sus hijos.

Los hombres ilustres se desilusionan cuando, tras muchas luchas, logran un lugar y poder.   Descubren, a su costo, que hay más dolor que placer, que es un problema que decepciona, molesta, no termina y preocupa, son vanidad e irritación del espíritu.  No obstante, ningún hombre ha sido jamás defraudado por Cristo.

d. Así como Cristo es todo en los consuelos para un verdadero creyente, en los tiempos actuales también lo es en todas sus esperanzas en los tiempos venideros.  Supongo que encontraremos pocos hombres y mujeres, que no tengan esperanzas de alguna clase sobre sus almas.  Sin embargo, las esperanzas de una vasta mayoría no son nada más que vana imaginación.  No están cimentadas en fundación sólida.   Ningún hombre, excepto un verdadero hijo de Dios –el sincero y perseverante cristiano- puede dar cuenta razonable de la esperanza que hay en él.  Ninguna esperanza es razonable sino es escritural.

Un verdadero cristiano tiene una buena esperanza cuando mira adelante; el hombre mundano no tiene ninguna.   Un verdadero cristiano ve la luz a la distancia; el hombre mundano no ve nada más que oscuridad.   ¿Y cuál es la esperanza de un verdadero cristiano?   Es sólo esta, Jesús

Viniendo nuevamente,

Viniendo sin pecado,

Viniendo  a todo Su pueblo,

Viniendo  a enjugar toda lágrima,

Viniendo a levantar a Sus santos durmientes de la tumba,

Viniendo a reunir a toda Su familia, que permanecerá por siempre con Él.

¿Por qué un creyente es paciente?  Porque espera por la venida del Señor.  Puede soportar cosas difíciles sin murmurar.   Sabe que el tiempo se acerca.  Espera tranquilamente por el Rey.

¿Por qué es moderado en todas las cosas?  Porque espera que su Señor regrese pronto.  Su tesoro está en el cielo, las mejores cosas para él están aún por venir.  El mundo no es su descanso, aunque es un hostal, un hostal que no es su hogar.  Sabe que “Aquel que vendrá, vendrá pronto y no tardará”.  Cristo viene y eso es suficiente (Heb. 10:37)

¡Esta es en verdad una “bendita esperanza!” (Tit 2:13)

¡Ahora es el tiempo de esforzarse –luego las eternas vacaciones!

Ahora las olas de un mundo problemático nos sacuden –luego vendrá la quietud de la bahía.

Ahora es la diáspora -luego el encuentro.

Ahora es el tiempo de la siembra -luego el de la cosecha.

Ahora es el tiempo de trabajar -luego el salario.

Ahora es la cruz -luego la corona.

Las personas hablan de sus “expectativas” y esperanzas en el mundo.  Ninguna tiene tan sólida expectativa como las de un alma salva.   Puede decir:  “Mi alma, espera en Dios, mis expectativas están en Él” (Sal. 62:5).

En toda verdadera religión salvadora Cristo es

Todo en justificación,

Todo en santificación,

Todo en consuelo,

Todo en esperanza.

Bendita es la madre cuyo hijo lo sabe y mucho mayor bendición si él así lo siente también.  ¡Oh, que los hombres se prueben a sí mismos y vean lo que saben de esto en beneficio de sus propias almas!

4. Cristo será todo en el cielo.

No puedo hablar demasiado sobre este punto.  No tengo el poder aunque tuviera el espacio y la audiencia.  Malamente puedo describir cosas que no han sido vistas ni de un mundo que es desconocido.  Pero esto sé, que todos los hombres y mujeres que vayan al cielo encontrarán que aún allí Cristo es todo.

Como el altar en el templo de Salomón,  Cristo crucificado será el gran objeto en el cielo.  El altar impresionaba a los ojos de cualquiera que cruzaba las puertas del templo.  Era un gran altar de bronce, veinte codos de ancho, tan ancho como el frente del templo mismo (2ª Cro. 3:4, 4:1).  Y de esa misma manera, Cristo llenará los ojos de todos aquellos que entren a la gloria.  En el medio del trono y rodeado de ángeles adoradores y santos, estará “el Cordero que fue muerto”. Y “el Cordero será la luz del lugar” (Apo. 5:6, 21:23).

La alabanza del Señor Jesús será la canción eterna de todos los habitantes del cielo.  Dirán voz en alto “¡Valioso es el Cordero que fue muerto!”  Bendición, y honor, y gloria, y poder sean a Aquel que está sentado en el trono y al Cordero para siempre y eternamente (Apo. 5:12, 13).

El servicio al Señor Jesús será la ocupación eterna de todos los habitantes del cielo.  “Lo serviremos a Él día y noche en Su templo” (Apo. 7:15).  Bendito sea el pensamiento de que le serviremos con detalles a Él, sin distracción y trabajaremos por Él sin fatigarnos.

La mismísima presencia de Cristo será el gozo eterno de los habitantes del cielo.  Veremos Su rostro, oiremos Su voz, hablaremos con Él de amigo a amigo (Apo. 22:4).  Dulce es el pensamiento que nos dice que no importa que otro falte a la cena del matrimonio, el Maestro Mismo estará allí.  Su presencia satisfará todos nuestros deseos (Sal. 17:15).

¡Cuán dulce y glorioso hogar será el cielo para todos aquellos que han amado al Señor Jesucristo con sinceridad!  Aquí vivimos por la fe en Él, encontramos paz aunque no Lo veamos.   ¡Lo veremos a Él cara a cara y encontraremos que Él es enteramente amoroso!  ¡“Mejor, en verdad, será la vista de los ojos que el deseo que pasa”! (Ecl. 6:9).

No obstante, ay, cuán poco preparados para el cielo están muchos de los que hablan de ir al cielo cuando mueren, dado que manifiestamente no poseen una fe salvadora o una real relación con Cristo, dado que no dan a Cristo ningún honor aquí,  dado que no tienen ninguna comunión con Él, dado que no Lo aman.  Ay, ¿qué podrían hacer en el cielo?  No sería lugar para ellos.  Sus gozos no serían sus gozos.  Su felicidad sería una felicidad que no sentirían.  Sus trabajos serían agotadores y una carga para sus corazones.  ¡Oh, arrepiéntanse y cambien antes de que sea demasiado tarde!

Confío en que he mostrado cuán profundas son las fundaciones de esta concisa expresión:  “Cristo es todo”.

Podría fácilmente agregar más a las cosas que he dicho, si tuviera espacio.  El tema no está agotado.   He, escasamente, tocado su superficie.   Hay minas de preciosa verdad conectadas con él, las cuales he dejado sin abrir.

Podría mostrar cómo Cristo debe ser todo en una iglesia visible.  Los edificios religiosos, los números servicios religiosos,  ceremonias maravillosas, tropas de hombres –todo, todo es nada a la vista de Dios si el Señor Jesucristo en todos Sus Oficios no es honrado, magnificado y exaltado.  Es una iglesia con un cuerpo muerto aquella en que Cristo no lo es todo.

Podría mostrar cómo Cristo debe ser todo en un ministerio.  El gran trabajo que los hombres escogidos pretenden hacer es para engrandecer a Cristo.  Debemos ser como el mástil en que se colgó la serpiente de bronce.  Somos útiles en la medida en que exaltemos el gran objeto de la fe, útiles, no más que eso.   Debemos ser los embajadores para llevar las nuevas sobre el Hijo del Rey a un mundo rebelde, y si enseñamos a los hombres a pensar más en nosotros mismos y en nuestra tarea en lugar de Él no somos aptos en nuestro hacer.  El Espíritu nunca honrará a un ministro que no testifica de Cristo, que no hace de Cristo todo.

Podría mostrar el lenguaje exhaustivo de la Biblia para describir los diversos oficios de Cristo.  Podría describir las infinitas formas figurativas empleadas para desplegar la plenitud de Cristo.  El Sumo Sacerdote, el Mediador, el Redentor, el Salvador, el Abogado, el Pastor, el Médico, el Novio, la Cabeza, el Pan de Vida, la Luz del mundo, el Camino, la Puerta, el Vino, la Roca, la Fuente, el Sol de Justicia, el Precursor, el Fiador, el Capitán, el Príncipe de vida, el Amén, el Todopoderoso, el Autor y Acabador de la fe, el Cordero de Dios, el Rey de los santos, el Maravilloso, el Dios Poderoso, el Consejero, el Obispo de las almas –todas estos y muchos más son los nombres dados a Cristo en las Escrituras.  Cada uno es una fuente de instrucción y consuelo para cualquiera que esté deseoso de beberla.  Cada uno suministra motivos de útil meditación.

Pero confío que he dicho suficiente para echar luz sobre el punto que deseo enfatizar en las mentes de todos quienes leen este mensaje.   Confío en que he dicho suficiente para mostrar la tremenda importancia de las CONCLUSIONES PRACTICAS que ahora deseo exponer para concluir el tema.

1. ¿Es Cristo todo?  Entonces aprendamos la absoluta inutilidad de una religión sin Cristo.  Son demasiados los hombres y mujeres bautizados que prácticamente no saben nada sobre Cristo.  Su religión consiste en unas pocas  nociones vagas y expresiones vacías.  Ellos “confían en que no son peores que otros”;  “mantienen a su iglesia”; “tratan de hacer su deber”; “no dañan a nadie”; “esperan que Dios sea misericordioso con ellos”; “confían en que el Todopoderoso perdonará sus pecados y los llevará al cielo cuando mueran”.   ¡Este es el todo de su religión!

¿Pero qué es lo que estas personas saben en forma práctica de Cristo?  ¡Nada, nada en absoluto!   ¿Qué conocimiento experimental tienen con Sus oficios y obra, Su sangre, Su justicia, Su mediación, Su pastorado, Su intercesión?  ¡Ninguno, ninguno en absoluto!  Pregúnteles sobre la fe salvadora, pregúntenles sobre ser nacidos de nuevo en el Espíritu, pregúnteles sobre ser santificados en Cristo Jesús.  ¿Y qué respuesta obtendrá?  ¡Usted es un bárbaro para ellos!  Usted les ha preguntado por cuestiones bíblicas simples, sin embargo no saben experimentalmente nada más que lo que un budista o un turco saben!  Y aun así esta es la religión de cientos y miles de personas alrededor del mundo que se llaman a sí mismos cristianos.

Si algún lector de este mensaje es una persona de esta clase, le advierto claramente que tal cristianismo nunca lo llevará al cielo.   Este cristianismo puede ser muy bueno a los ojos del hombre; puede pasar colado decentemente en las reuniones de la iglesia;  en los negocios, o en las calles, pero nunca lo consolará.   Nunca satisfará su conciencia.  Nunca salvará su alma.

Le advierto sencillamente que todas las nociones y teorías sobre Dios siendo misericordioso sin Cristo y sin la presencia de Cristo,  son ilusiones infundadas e imaginaciones vacías.  Tales teorías son puramente  un ídolo de la invención del hombre,  lo son tanto como el ídolo de Juggernau(1).  Todos son de la tierra, terrenales; nunca vinieron del cielo.  El Dios del cielo ha sellado y ha apuntado a Cristo como el único Salvador y camino de vida y todos los que vayan a ser salvados deben salvarse por Él, o nunca lo serán en absoluto.

Queda cada lector tome nota.   Le entrego una advertencia justa este día.  Una religión sin Cristo nunca salvará su alma.

2. Déjenme decir otra cosa:  ¿Es Cristo todo?  Entonces aprendamos de la enorme locura de unir cualquier cosa con Cristo en materia de salvación.   Hay multitudes de hombres y mujeres bautizados que profesan honrar a Cristo  pero en realidad Le hacen gran deshonor.  Le dan a Cristo un cierto lugar en su sistema religioso pero no el lugar que Dios determinó Él debe llenar.  Cristo por sí mismo no es todo para sus almas. ¡No!  Está Cristo y la iglesia o Cristo y los sacramentos, o Cristo y Sus ministros ordenados, o Cristo y su propio arrepentimiento, o Cristo y su propia bondad, o Cristo y sus propias oraciones, o Cristo y su propia sinceridad y caridad,  -cosas en las cuales virtualmente sus almas descansan.

Si algún lector de este mensaje pertenece a esta clase de cristiano, le advierto, también claramente, que su religión es una ofensa para Dios.   Ustedes están cambiando el plan de salvación de Dios por un plan de su propia invención.  En efecto, están deponiendo a Cristo de Su trono al rendir a otro la gloria que Él merece.

No me importa aquel que enseña esta religión y sobre cuyas palabras usted construye.  Sea este papa o cardenal, arzobispo u obispo, decano o archidecano, presbítero o diácono, episcopal o presbiteriano, bautista o independiente,  hermano de Wesley o Plymouth. Cualquiera que agrega algo a Cristo mal le enseña.

No me importa lo que usted agregue a Cristo.  Sea esto la necesidad de adherirse a la iglesia de Roma, o de ser episcopal, o ser un hombre de iglesia independiente, o abandonar la liturgia, o ser sumergido en el bautismo – cualquier cosa que pueda agregar virtualmente a Cristo en materia de salvación, está lesionando a Cristo.

Tome cuidado de lo que está haciendo.   Esté alerta de dar a los sirvientes de Cristo el honor que nadie excepto Cristo merece.  Esté alerta de dar a las ordenanzas de Dios, el honor que Dios merece.  Esté alerta de no dejar la carga de su alma en otra cosa que no sea Cristo, y sólo Cristo.

3. Déjenme decir otra cosa.  ¿Es Cristo todo?  Entonces dejemos que todos aquellos que desean salvación busquen directamente a Cristo.   Hay muchos que oyen de Cristo con el oído y creen todo lo que se les dice acerca de Él.  No hay salvación excepto en Cristo.  Toman nota que sólo Jesús puede liberarlos del infierno y presentarlos sin falta ante Dios.

Sin embargo nunca van más allá de este conocimiento general.  Nunca abandonan sinceramente sus propias almas en Cristo.  Se mantienen firmes en un estado de deseo, de necesidad, de sentir y pretender y nunca llegan más allá.  Ven lo que queremos decir, saben que todo esto es verdad.  Esperan un día obtener el completo beneficio de ello pero hoy no obtienen beneficio alguno.  El mundo es su todo.  La política es su todo.  El placer es su todo.  El negocio es su todo.  Pero Cristo no lo es.

Si algún lector de este mensaje es un hombre de esta clase, le advierto también claramente, que está en un mal estado del alma. ¡Verdaderamente hoy está en el camino al infierno, como Judas Iscariote o Ahab o Caín!  Créame, debe existir una fe real en Cristo o de otro modo Cristo murió en vano en lo que a usted respecta.  No es mirar el pan que alimenta al hambriento sino comerlo realmente.  No es mirar fijamente el bote que salva al marinero del naufragio sino subirse a él.   No es saber y creer que Cristo es un Salvador, que puede salvar su alma, a menos que exista una real transacción entre usted y Cristo.  Usted debe ser capaz de decir “Cristo es mi Salvador porque yo he venido a Él por fe, y lo he tomado para mí”.   “Mucho de la religión”, dice Luther, “nos hace capaces de usar pronombres posesivos”.  ¡Tome de mí la palabra “mío” y tomará de mí a Dios!

Escuche el consejo que le doy hoy y actúe en consecuencia de inmediato.   No permanezca quieto por más tiempo, esperando por estructuras imaginarias y sentimientos que nunca vendrán.  No dude por más tiempo bajo la idea de que usted debe primero obtener el Espíritu y luego venir a Cristo.  Párese y venga a Cristo tal y como está.  Él lo espera y está deseoso de salvar ya que tiene el poder para salvar.   Él fue designado como el Médico para las almas enfermas de pecado.  Trate con Él como lo haría con su médico acerca de la cura de una enfermedad física.   Exponga sus súplicas directas a Él y hágale saber todas sus necesidades.  Tome estas palabras para usted hoy, y ruegue vigorosamente al Señor Jesús por perdón y paz, como lo hizo el ladrón en la cruz.  Haga como ese hombre gritó:  “Señor, recuérdame” (Luc 23:42).  Dígale que ha oído que Él recibe a los pecadores y que usted es uno.  Dígale que quiere ser salvado y pídale que lo salve.  No descanse hasta que haya realmente probado usted mismo que el Señor es clemente.   Haga esto y encontrará, tarde o temprano -si es realmente honesto- que Cristo es todo.

4. Una cosa más que agregar.  ¿Es Cristo todo?  Entonces que Su pueblo convertido lidie con Él creyendo.   Que descanse en Él y confíen en Él mucho más de lo que lo han hecho hasta ahora.  Ay, hay mucho pueblo del Señor que vive muy por debajo de sus privilegios   Hay muchas almas de verdaderos  cristianos que roban de sí mismos la paz y abandonan sus propias misericordias.  Hay muchos que insensiblemente se adhieren a su propia fe o el trabajo del Espíritu en sus propios corazones, por Cristo, y pierden la plenitud de la paz del evangelio.   Hay muchos que hacen poco progreso en su propósito de santidad y brillan con una luz tenue.  ¿Y por qué todo esto?  Simplemente porque en diecinueve casos de veinte, los hombres no hacen de Cristo todo en todo.

Ahora llamo a cada lector de este mensaje que es creyente, y le ruego por su propio bien asegurarse de que Cristo es realmente y completamente su todo en todo.   Esté alerta de permitirse a sí mismo mezclar cualquier cosa de usted mismo con Cristo.

¿Tiene fe?  Es una bendición que no tiene precio.   Felices son realmente aquellos que están deseosos y preparados a confiar en Jesús.  Sin embargo tome cuidado de no hacer un Cristo de su fe.  No descanse en su propia fe sino en Cristo.

¿Está la obra del Espíritu en su alma?  Agradezca a Dios por ella.  Es una obra que nunca será derrocada. No obstante, oh, esté alerta, no sea que inadvertidamente haga  un Cristo de la obra del Espíritu.   No descanse en la obra del Espíritu sino en Cristo.

¿Tiene algún sentimiento religioso interior y experiencia con la gracia? Agradezca a Dios por ello.  ¡Miles no tienen más sentimiento religiosos que un gato o un perro!  Sin embargo, ¡oh, esté alerta no sea que usted haga un Cristo de sus sentimientos y sensaciones! Son cosas pobres, inciertas y penosamente dependientes de nuestros cuerpos y de circunstancias externas.  No descanse ni una pizca en sus sentimientos.  Descanse tan solamente en Cristo.

Aprenda, lo conmino, a mirar más y más al gran objeto de la fe, Jesucristo, y a mantener su mente habitando en Él.  Haciendo de ese modo, encontrará la fe y todas las otras gracias crecerán, aunque ese crecimiento a veces pueda parecer imperceptible para usted mismo.   Aquel que desea ser un hábil arquero no debe mirar la flecha sino la marca.

¡Ay, me temo que hay mucho orgullo e incredulidad aún anquilosada en los corazones de muchos creyentes!  Unos pocos parecen darse cuenta de cuánto necesitan un Salvador.  Pocos parecen entender cuán completamente son deudores de Él.  Pocos parecen comprender cuánto lo necesitan a Él diariamente.  Pocos parecen sentir cuán simple, y como un niño, deben poner sus almas en Él.  ¡Pocos parecen estar conscientes de cuán lleno de amor está Él con Su pobre, débil pueblo y cuán presto está a ayudarlos! Y pocos, por lo tanto, parecen conocer la paz y el gozo y la fortaleza y el poder para vivir una vida devota que es la que se debe tener en Cristo.

Cambie su plan, lector, si su conciencia le dice que es culpable; cambie su plan y aprenda a confiar más en Cristo.  Los médicos aman ver a sus pacientes ir  a sus consultas; es su oficio recibir a los enfermos y si es posible aplicar curas.  El abogado ama ser utilizado; es su llamado.  El marido ama que su esposa confíe y  se apoye en él;  es su placer quererla y buscar su comodidad.  Y Cristo ama que Su pueblo

Se apoye en Él,

Descanse en Él,

Lo visite a Él

Habite en Él.

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1  Es un vocablo de uso coloquial que corresponde a una fuerza literal o metafórica que se observa como destructiva e imparable, despiadada.   Es una referencia metafórica del carro del templo Hindú, que apócrifamente tuvo reputación de aplastar a los devotos bajo sus ruedas.  Un gran vagón portando una imagen del dios Hindú. El sentido figurativo de la palabra inglesa, encierra “algo que demanda devoción ciega o sacrificio despiadado”  Por ejemplo, fue usada para describir el carácter fuera de control de Hyde en la novela de R. L. Stevenson El Dr. Jekyll y el Señor Hyde.  El término es a menudo aplicado a una gran máquina, o colectivamente a un equipo o grupo de personas trabajando juntas o a un movimiento político que crece y que es dirigido por un líder carismático, y que a menudo es asociado a  un sentido aplastantemente destructivo.

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4 Comentarios

  • Responder mayo 9, 2013

    Julián

    Muchísimas gracias Erika por este excelente trabajo, por todo tu esfuerzo y dedicación. Es sin duda una gran bendición poder tener este libro en español de este siervo del Señor.

    Un saludo.

    Julián

  • Responder junio 11, 2013

    Juancho

    Dios les bendiga.

    Quería saber si la traducción de este libro tiene derechos de autor, o si su distribución es libre de estos.

    Estoy interesado en imprimir el libro, con animo de bendecir a hermanos de mi congregación, no planeo venderlo, ni obtener ganancias de algún tipo.

    Solo quiero saber si tengo el permiso para hacerlo.

    Espero su respuesta.

  • Responder junio 21, 2013

    Rommel Legorreta*Cervantes

    un enorme agradecimiento a la hermana Erika Escobar por su esfuerzo de traducir esta obra, que Dios la bendiga enormemente y sobre todo la siga usando. saludos

  • Responder octubre 23, 2013

    Jhon Jimenez

    Quiero agradecer por esta labor que estan realizando y de paso bendecirlos.

    Muchas gracias.

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