1. Introducción
2. Pecado
4. Santidad
5. La batalla
6. El costo
7. Crecimiento
8. Certeza
9. Moisés
10. Lot
Traducido por Erika Escobar
Sobrevino un furioso vendaval, y las olas rompieron sobre el barco, por lo que casi lo inundaron. Jesús estaba en la popa, durmiendo sobre el cabezal. Los discípulos lo despertaron y le dijeron: “Maestro, ¿no Te importa si nos ahogamos?” Él se levantó, reprendió al viento y dijo a las olas, “¡Tranquilas! ¡Cálmense! Y entonces el viento cesó y todo estuvo en calma. Él dijo a sus discípulos: “¿Por qué tienen tanto miedo? ¿No tienen aún fe?” Mar 4:37-40
Sería bueno que los cristianos profesantes hoy en día estudiaran los cuatro Evangelios más de lo que lo hacen. Sin ninguna duda que toda la Escritura es provechosa. No es sabio exaltar una parte de la Biblia a costa de otra, sin embargo, pienso que sería bueno para algunos de quienes están muy familiarizados con las Epístolas, si supieran un poco más de Mateo, Marcos, Lucas y Juan.
¿Y por qué digo esto? Lo digo porque deseo que los cristianos profesantes sepan más acerca de Cristo. Es bueno estar apercibidos de todas las doctrinas y principios del cristianismo. ¡Es mejor estar apercibidos de Cristo mismo! Es bueno estar familiarizado con la fe y la gracia y la justificación y la santificación. Todas ellas son materias “relativas al Rey”. Pero es mucho mejor estar familiarizados con Jesús mismo, ver la cara misma del Rey y contemplar Su hermosura. Este es uno de los secretos de la eminente santidad. Aquel que quiera ser conformado a la imagen de Cristo y llegar a ser un hombre semejante a Cristo, debe estudiar constantemente a Cristo mismo.
Los Evangelios fueron escritos para que conozcamos a Cristo. El Espíritu Santo nos ha contado la historia de Su vida y muerte. Sus dichos y Sus obras, a través de cuatro hombres. Cuatro diferentes manos inspiradas han trazado el retrato del Salvador, Su camino, Sus formas, Sus sentimientos, Su sabiduría, Su gracia, Su paciencia, Su amor, Su poder son graciosamente desplegadas ante nosotros por cuatro diferentes testigos. ¿No debería la oveja estar familiarizada con el Pastor? ¿No debe estarlo el paciente con el Médico? ¿No debe la novia estarlo con el Novio? ¿No debe el pecador estarlo con el Salvador? Sin dudas que debe ser de ese modo. Los Evangelios fueron escritos para que los hombres se familiaricen con Cristo y, por lo tanto, deseo que los hombres estudien los Evangelios.
¿Sobre quién debemos construir nuestras almas si fuésemos aceptados por Dios? Debemos construirla en la Roca, Cristo. ¿De quien obtenemos la gracia del Espíritu que necesitamos diariamente para tener frutos? Debemos obtenerla de la Viña, Cristo. ¿En quién buscamos consolación cuando nuestro amigos terrenales nos fallan o mueren? Debemos buscar a nuestro Hermano mayor, Cristo. ¿A través de quien debemos presentar nuestras oraciones, si deseamos que sean oídas en lo alto? Estas deben ser presentadas a nuestro Abogado, Cristo. ¿Con quien esperamos pasar los miles de años de gloria y la eternidad? Con el Rey de reyes, Cristo. Ciertamente no podemos conocer a Cristo demasiado bien. Ciertamente no hay ninguna palabra ni obra, ni día, ni paso, ni pensamiento en el registro de Su vida que no deba ser preciosa para nosotros. Debemos trabajar para familiarizarnos con cada línea que está escrita acerca de Jesús.
Venga ahora y estudiemos una página de la historia de nuestro Maestro. Consideremos lo que podemos aprender de los versículos de la Escritura que encabeza este mensaje. Verá a Jesús cruzando el lago de Galilea, en un bote con Sus discípulos. Usted ve que una súbita tormenta se levanta mientras Él duerme. Las olas golpean y llenan el barco. La muerte parece estar cerca. Los discípulos asustados despiertan a su Maestro y piden ayuda. El se levanta y reprende al viento y a las olas y, de inmediato, surge la calma. El suavemente reprocha los miedos sin fe de Sus compañeros, y todo acaba.. Tal es el cuadro. Es uno lleno de profunda instrucción. Venga ahora y examinemos lo que debemos aprender.
1. Seguir a Cristo no nos liberará de tener penas y problemas en la tierra
Los discípulos escogidos del Señor Jesús están aquí con gran ansiedad. El pequeño rebaño fiel, que creyó cuando los sacerdotes y los escribas y fariseos permanecían incrédulos, fue grandemente perturbado por el Pastor. El miedo a la muerte se cierne sobre ellos como un hombre armado. El agua profunda parece como si pasase sobre sus almas. Pedro, Santiago y Juan, los pilares de la iglesia a ser establecida en el mundo, están muy angustiados.
Quizá ellos no hayan considerado todo esto. Quizá ellos habrían esperado que el servicio a Cristo les haría estar fuera del alcance de las pruebas terrenales. Quizá ellos pensaron que Él, que podía levantarse entre los muertos y sanar a los enfermos y alimentar a multitudes con unos pocos panes y echar fuera demonios con una palabra, El no permitiría que Sus siervos sufrieran en la tierra. Quizá ellos hayan supuesto que El siempre les garantizaría un suave caminar, buen clima, un paso fácil y estar libres de problemas y cuidados.
Si los discípulos pensaron así, estaban muy equivocados. El Señor Jesús enseñó que aún cuando un hombre fuese Su siervo escogido tendría que pasar por mucha ansiedad y soportar mucho dolor.
Es útil entender esto claramente. Es bueno entender que el servir a Cristo nunca aseguró a ningún hombre de las enfermedades a que la carne está sujeta y nunca lo hará. Si usted es un creyente, usted debe considerar que va a tener su parte de enfermedad y dolor, penas y lágrimas, pérdidas y cruces, muerte y sufrimiento, partidas y separación, vejación y desilusión en tanto esté en su cuerpo. Cristo nunca se compromete a que usted llegará al cielo sin pasar por esto. Él se ha comprometido a que todo aquel que venga a Él tendrá todas las cosas inherentes a la vida y devoción, no obstante, Él nunca se ha comprometido a que los hará prósperos, o ricos, o saludables y que la muerte y la penas nunca sobrevendrán sobre sus familias.
Tengo el privilegio de ser un embajador de Cristo. En Su nombre puedo ofrecer vida eterna a cualquier hombre, mujer o niño que esté deseoso de tenerla. En su nombre ofrezco perdón, paz, gracia, gloria a cualquier hijo o hija de Adán que lea este mensaje; no obstante, no me atrevo a ofrecer a esa persona prosperidad mundana como parte y parcela del Evangelio. No me atrevo a prometer al hombre que toma su cruz y sigue a Cristo que siguiéndolo a él nunca enfrentará una tormenta.
Sé muy bien que a muchos no les gustan estas condiciones. Preferirían tener a Cristo y buena salud, a Cristo y mucho dinero, a Cristo y ninguna muerte en su familia, a Cristo y ningún cuidado por el cansancio, a Cristo y mañanas perennes sin nubes; porque a ellos nos les gusta Cristo y la cruz, Cristo y la tribulación, Cristo y el conflicto, Cristo y el viento huracanado, Cristo y la tormenta.
¿Es este un pensamiento secreto de cualquiera que lee este mensaje? Créanme, si lo fuera, usted está muy equivocado. Escúcheme. Trataré de mostrarle que usted tiene mucho que aprender aún.
¿Cómo debe usted saber quiénes son verdaderos cristianos si siguiendo a Cristo fue la forma de liberarse de los problemas? ¿Cómo debemos discernir el trigo de la paja si no fuera por la criba de la prueba? ¿Cómo debemos saber si los hombres sirven a Cristo por su propia seguridad o por motivos egoístas, si su servicio trajera salud y riqueza consigo como un hecho inherente? Los vientos del invierno pronto nos mostrarán cuáles de los árboles son siempre verdes y cuáles no. Las tormentas de aflicción y cuidado son útiles de la misma forma. Ellas ponen al descubierto la fe verdadera o aquella que no es nada más que ritual y formulismo.
¿Cómo se realizaría el gran trabajo de santificación en un hombre si éste no tuviera ninguna prueba? Los problemas son a menudo el único fuego que quemará la escoria aferrada a nuestros corazones. Los problemas son los cuchillos podadores que nuestro gran Novio usa para hacernos fructíferos en buenas obras. La cosecha del campo del Señor madura a menudo sólo por los efectos de la luz del sol. Debo atravesar por sus días de viento y lluvia y tormenta.
Si desea servir a Cristo y ser salvo, lo conmino a tomar al Señor en Sus propias condiciones. Decida su mente a encontrar su cuota de cruces y penas, y no será sorprendido luego. Por el deseo de entender esto, muchos parecen estar bien por un tiempo y luego se vuelven en disgusto y son expulsados.
Si usted dice ser un hijo de Dios, deje que el Señor Jesús lo santifique en Su propia forma. Esté satisfecho de que Él nunca comete errores. Esté seguro que El hace todas las cosas bien. Los vientos pueden soplar fuertemente alrededor suyo y las aguas arremolinarse, pero no tema, “El lo guía por el camino correcto que puede llevarlo a una ciudad habitable” (Sal 107:7).
2. Jesucristo es un hombre fiel y real
Estas son las palabras usadas en esta pequeña historia que, como muchos otros pasajes en los Evangelios, muestra esta verdad en una forma asombrosa. Se nos dice que cuando las olas comenzaron a golpear el barco, Jesús estaba en la parte posterior “dormido sobre una almohada”. El estaba cansado, ¿y quién puede sorprenderse de esto luego de leer las cuentas dadas en el cuarto capítulo de Marcos? Tras trabajar todo el día haciendo el bien a las almas – después de predicar al aire libre a las grandes multitudes, Jesús estaba fatigado. Por cierto, si el sueño de un trabajador es dulce, ¡mucho más dulce debe haber sido el sueño de nuestro bendito Señor!
Establezcamos en forma profunda en nuestras mentes esta gran verdad, que Jesucristo era verdaderamente y en realidad un hombre. Él era igual al Padre en todas las cosas, y el eterno Dios. Sin embargo, Él también era Hombre, y tomó parte de la carne y sangre, y fue hecho como nosotros en todas las cosas, a excepción del pecado. Él tenía un cuerpo como el nuestro. Como nosotros, el nació de una mujer. Como nosotros, creció y aumentó en estatura. Como nosotros, a menudo, sentía hambre y sed, debilidad y cansancio. Como nosotros, comió y bebió, descansó y durmió. Como nosotros, se apenó, lloró y sintió. Todo es muy sorprendente y no obstante así es. ¡Aquel que hizo los cielos, vino y se fue como un pobre hombre cansado en la tierra! Aquel que regía sobre principados y poderes en lugares celestiales, tomó para sí un débil cuerpo como el nuestro. Él, que podría haber morado por siempre en la gloría que tenía con su Padre, entre las alabanzas de legiones de ángeles, vino a la tierra y vivió como un Hombre entre hombres pecadores. Por cierto este solo hecho es un asombroso milagro de condescendencia, gracia, piedad y amor.
Encuentro una profunda fuente de consuelo en este pensamiento, que Jesús es un hombre perfecto, no menos perfecto que Dios. Él, en Aquel que se me dice en las Escrituras debo confiar, no es solamente el Gran Sumo Sacerdote sino también un Sumo Sacerdote que siente. Él no es solamente un Salvador poderoso sino un Salvador que se compadece. Él no es sólo el Hijo de Dios, poderoso para salvar, sino también el Hijo del hombre que es capaz de sentir.
¿Quién no sabe que la compasión es una de las cosas más dulces que se nos dejó en este mundo lleno de pecado? Es una de las estaciones más brillantes en nuestro oscuro camino acá abajo, cuando podemos encontrar una persona que comparte nuestros problemas y nos acompaña en nuestras ansiedades, que puede llorar cuando lloramos, y regocijarse cuando nos regocijamos.
La compasión es mucho mejor que el dinero, y mucho más rara también. Miles pueden dar de lo que saben pero no de lo que es sentir. La compasión tiene el poder más grande para consolarnos y abrir nuestros corazones. Un consejo apropiado y correcto a menudo se muere y es inútil en un corazón apesadumbrado. Un consejo frío a menudo nos hace callar, encogernos y ensimismarnos, cuando es ofrecido en momentos de problemas. Sin embargo la compasión genuina en ese día puede despertar todos nuestros mejores sentimientos, si los tenemos, y lograr un grado de influencia en nosotros cuando nada más puede lograrlo. Denme el amigo que, aunque pobre en oro y plata, siempre tiene dispuesto un corazón compasivo.
Nuestro Dios sabe todo esto bien. Él sabe los secretos más íntimos del corazón del hombre. Él sabe las formas a través de las cuales nuestro corazón es más fácilmente tocado y los resortes por los cuales el corazón rápidamente es movido. Él ha previsto sabiamente que el Salvador del Evangelio deba tener ambos: sentimientos y poder. Él nos ha dado uno que no sólo tiene una mano firme para sacarnos como ascuas del fuego sino también un corazón compasivo en el cual los agobiados y cargados pueden encontrar descanso.
Veo una prueba maravillosa de amor y sabiduría en la unión de dos naturalezas en la persona de Cristo. Fue un amor maravilloso el de nuestro Salvador dignarse a pasar por la debilidad y la humillación por nuestro bien, siendo tan rebeldes e impíos. Fue de una sabiduría asombrosa ajustarlo a Él de esta forma para ser muy Amigo entre los amigos, Aquel que no sólo podía salvar al hombre sino buscarlo en su propio territorio. Deseo a uno que sea capaz de hacer todas estas cosas necesarias para redimir mi alma. Esto Jesús puede hacerlo porque Él es el Hijo eterno de Dios. Deseo ser capaz de entender mi debilidad y mis padecimientos y lidiar gentilmente con mi alma mientras estoy atado a un cuerpo de muerte. Nuevamente, esto es lo que Jesús puede hacer porque Él era el Hijo del hombre y Él tenía carne y sangre como la mía propia. Mi Salvador hubiese sido sólo Dios, quizá podría yo quizá haber confiado en Él pero nunca hubiera podido acercarme a Él sin miedo. Mi Salvado hubiese sido sólo un Hombre, podría haberlo amado pero nunca me hubiera sentido seguro de que Él pudiera llevarse mis pecados. No obstante, bendito sea Dios, mi Salvador es Dios y Hombre, y Hombre y Dios –Dios y capaz de liberarme; Hombre y capaz de sentir conmigo. Un poder todopoderoso y una profunda compasión se encuentran juntas en una sola gloriosa Persona, Jesucristo, mi Señor. Por cierto un creyente en Cristo tiene una consolación poderosa: realmente puede confiar y no tener miedo.
Si algún lector de este pasaje sabe lo que es presentarse ante el trono de gracia por misericordia y perdón, entonces nunca olvide que el Mediador por el cual está cerca de Dios es el Hombre Jesucristo.
El negocio de su alma está en las manos de un Sumo Sacerdote que puede ser tocado con el sentimiento de sus padecimientos. Usted no tiene que tratar con un ser de tan alta y gloriosa naturaleza, al cual su mente no puede en ninguna sabiduría comprender. Usted trata con Jesús, Quien tuvo un cuerpo como el suyo, y que fue un Hombre en la tierra como usted mismo. Él conoce bien el mundo con el cual usted lidia porque El habitó en él por treinta y tres años. El conoce bien “las contradicciones de los pecadores” que tan frecuentemente lo desalientan porque Él las soportó por Sí mismo (Heb. 12:3). Él sabe muy bien el ser y la malicia de su enemigo espiritual, el demonio, porque El bregó con él en el desierto. Por seguro que con un abogado como éste usted puede sentirse totalmente audaz.
Si usted sabe lo que es pedir al Señor Jesús por paz espiritual en los problemas terrenales, debe recordar muy bien los días de Su carne y Su naturaleza humana.
Usted está implorando a Uno que conoce sus sentimientos por experiencia y que ha bebido hasta la última gota de la amarga copa, porque Él fue “un Hombre de dolor, familiarizado con el quebranto” (Isa 53:3). Jesús conoce el corazón del hombre, los dolores corporales del hombre, las dificultades del hombre porque Él fue un Hombre y tuvo carne y sangre cuando estuvo en la tierra. El se sentó cansado cercano al pozo en Sicar. Lloró sobre la tumba de Lázaro en Betania. Sudó grandes gotas de sangre en Getsemaní. El gimió con angustia en el Calvario.
El no es extraño a sus sensaciones. Está familiarizado con todo lo que pertenece a la naturaleza humana, a excepción del pecado.
a. ¿Es usted pobre y necesitado? Jesús también lo fue. Los zorros tienen cuevas y los pájaros, nidos, pero el Hijo del hombre no tenía ningún lugar donde reposar Su cabeza. Habitó en una ciudad despreciada. Los hombres solían decir “¿Puede alguna cosa buena puede salir de Nazareth? (Jn 1:46). Él era tenido como el hijo del carpintero. Predicó en un bote prestado, fue a Jerusalén en un potro prestado y fue sepultado en una tumba prestada.
b. ¿Está solo en el mundo y es despreciado por aquellos que debieran amarlo? También lo fue Jesús. El vino a los Suyos y ellos no lo recibieron. El vino para ser un Mesías de las ovejas perdidas de la casa de Israel y ellas lo rechazaron. El príncipe de este mundo no lo reconoce. Los pocos que lo siguieron eran publicanos y pescadores, y aún ellos al final lo abandonaron y se dispersaron cada uno a su propio lugar.
c. ¿Es usted malentendido, tergiversado, difamado y perseguido? Jesús también lo fue. Él fue llamado glotón y bebedor, un amigo de los publicanos, un Samaritano, un loco y un demonio. Su carácter fue desmentido. Cargos falsos fueron puestos en su contra. Una injusta sentencia le fue impuesta, y aunque inocente, fue condenado como un malhechor y como tal murió en la cruz.
d. ¿ Satán lo tienta y pone en su mente sugerencias horrendas? Él también tentó a Jesús. Le ofreció desconfiar de la providencia paternal de Dios. “Haz que estas piedras se conviertan en pan”. Le propuso tentar a Dios exponiéndose a Sí mismo a un peligro innecesario “Lánzate” desde el pináculo del templo. Le sugirió obtener los reinos del mundo para sí por un pequeño acto de sumisión a él “Te daré todas estas cosas, si te postras y me adoras” (Mat 4:1-10).
e. ¿Siente alguna veces gran agonía y conflicto mental? ¿Se siente en la oscuridad como si Dios lo hubiese abandonado? También Cristo. ¿Quién puede decir la exacta extensión de los sufrimientos mentales que experimentó en el jardín? ¿Quién puede medir la profundidad del dolor de Su alma cuando imploró “Mi Dios, Mi Dios, por qué me has abandonado”? (Mat 27:46).
Es imposible concebir a un Salvador más apropiado a las necesidades del corazón del hombre que nuestro Señor Jesucristo, apropiado no sólo por Su poder sino que por su compasión; apropiado no sólo por Su divinidad sino por Su humanidad. Le suplico fijar firmemente en su mente que Cristo, el refugio de las almas, es tanto Hombre como Dios. Hónrelo como Rey de reyes, Señor de señores. Sin embargo mientras usted lo hace, nunca olvide que Él tuvo un cuerpo y fue un Hombre. Agarre esta verdad y nunca la deje. El infeliz Socinio[1] yerra terriblemente cuando dice que Cristo era sólo un Hombre y no Dios. Pero no rebotemos en el error que le hace olvidar que mientras Cristo fue Dios mismo fue también Hombre.
No escuche ni por un momento los argumentos desdichados de los Católicos Romanos que dicen que la Virgen María y los santos son más compasivos que Cristo. Dígales que ese argumento nace de la ignorancia sobre las Escrituras y sobre la verdadera naturaleza de Cristo. Dígales que no es lo que ha aprendido de Cristo al referirse a Él como un severo Juez y un ser a quien temer. Dígales que los cuatro Evangelios nos han enseñado a mirarlo como el más compasivo y amoroso de los amigos, así como al más poderoso y potente de los Salvadores. Dígales que usted no desea consuelo de los santos y ángeles, de la Virgen María o de Gabriel en la medida en que usted puede reposar su alma cansada en el Hombre Jesucristo.
3. Puede haber mucha debilidad y enfermedad aún en un verdadero cristiano.
Usted tiene una prueba de esto en la conducta de los discípulos aquí registrada, cuando las olas rompieron sobre el barco. Ellos despertaron a Jesús precipitadamente. Le dijeron, en miedo y ansiedad: “Maestro, ¿no te preocupa que perezcamos?”
Había impaciencia. Pudieron haber esperado hasta que su Señor despertara de Su sueño.
Había incredulidad. Ellos olvidaron que estaban al cuidado del Único que tenía todo el poder en Su mano. “Perecemos”.
Había desconfianza. Hablaron como si ellos dudaran del cuidado de Su señor y consideración por su seguridad y bienestar: “¿No te preocupa que perezcamos”?
¡Pobres hombres sin fe! ¿Qué necesidad tenían de estar temerosos? Ellos habían visto prueba tras prueba que todo debía estar bien en la medida que el Novio estaba con ellos. Habían sido testigos de repetidos ejemplos de Su amor y bondad hacia ellos, suficiente para convencerlos que Él nunca permitiría que viniera un daño real a ellos. No obstante, se les olvidó todo en presencia del peligro. El sentido de peligro inmediato a menudo causa en los hombres mala memoria. El miedo nos hace a menudo ser incapaces de razonar por experiencias pasadas. Oyeron los vientos. Vieron las olas. Sintieron las heladas aguas golpeándolos. Imaginaron que la muerte era inminente. No pudieron esperar un minuto más en suspenso. “No te preocupa”, dijeron, “que perezcamos”.
Pero, después de todo, entendamos que esto es sólo un cuadro de lo que está constantemente sucediendo entre los creyentes de cualquier época. Existen demasiados discípulos – sospecho- en este mismo día, iguales a aquellos que han sido descritos aquí.
Muchos de los hijos de Dios están bien en la medida en que no tienen pruebas. Siguen a Cristo muy tolerantemente en los tiempos buenos. Imaginan que están confiando enteramente en Él. Se ilusionan a sí mismos pensando que han dejado todo en Sus manos. Obtienen la reputación de ser muy buenos cristianos. Pero súbitamente algunas pruebas les sobrevienen. Pierden su propiedad, falla su salud, viene la muerte sobre su casa, tribulación o persecución arriban por causa de la Palabra. ¿Y dónde está su fe? ¿Dónde está la firme confianza que pensaron tenían? ¿Dónde está su paz, su esperanza, su resignación? Alas, las buscan pero no las encuentran. Son puestos en la balanza y encontrados buscando. Miedo y duda, y aflicción y ansiedad sobrevienen sobre ellos como en una inundación y ellos parecen estar en desesperación. Sé que esta es una triste descripción. Tan solo pongo en la conciencia de cada creyente verdadero evaluar si esto no es correcto y verdadero.
La simple verdad es que no existe perfección literal y absoluta entre los verdaderos creyentes en la medida en que ellos están en el cuerpo. El mejor y más brillante santo de Dios no es más que una pobre mezcla. Aunque convertido, renovado y santificado es aún dirigido por la debilidad. No hay ni un solo hombre justo en la tierra que siempre haga el bien, que no peque. De muchas formas ofendemos todo. Un hombre puede tener verdadera fe salvadora y aún así no tenerla siempre a mano y lista para ser usada (Ecle 7:30, Sant. 3:2).
Abraham era el padre de la fe. Por fe él abandonó su patria y a su gente y se fue de acuerdo a la orden de Dios a una tierra que nunca había visto. Por fe fue impelido a vivir en una tierra como extranjero, creyendo que Dios se la daría por herencia. Y aún así este mismo Abraham, en un acto de incredulidad, permitió que Sara fuera llamada su hermana y no su esposa por temor a los hombres, lo que es una muestra de gran debilidad. Y aún así ha habido pocos santos más grandes que Abraham.
David era un hombre que buscaba a Dios de corazón. Él tuvo fe para salir a batallar con el gigante Goliat cuando aún era un niño. El públicamente declaró su creencia que el Señor que lo había liberado de las zarpas del león y del oso lo liberaría de los Filisteos. Él tuvo fe para creer en la promesa de Dios de que un día sería Rey de Israel, aunque tenía pocos seguidores y aunque Saúl lo persiguió como a una perdiz en las montañas donde a menudo pareció estar un paso de la muerte. Y aún así, este mismo David en una ocasión en que estaba abrumado por el miedo y la incredulidad, dijo “Algún día moriré en manos de Saúl” (1 Sam. 27:1). Se olvidó de las muchas maravillosas liberaciones que había experimentado en las manos de Dios. Sólo pensó en el peligro del momento y tomó refugio entre los Filisteos impíos. Ciertamente hubo mucha debilidad en esto y, no obstante, han existido pocos creyentes más fuertes que David.
Sé que es fácil para un hombre responder “Todo esto es la verdad misma pero no excusa los miedos de los discípulos. Jesucristo estaba realmente con ellos. No debieron temer. Yo no hubiera sido tan cobarde y desleal como ellos lo fueron”. Y yo le digo a este hombre que argumenta de esta forma que conoce poco de lo que hay en su propio corazón. Le digo que nadie sabe la longitud y la anchura de sus propias debilidades si no ha sido tentado. Ninguno puede decir cuánta debilidad puede asomar en sí mismo si fuese puesto en las mismas circunstancias.
¿Piensa algún lector de este mensaje que cree en Cristo? ¿Siente amor y confianza en Él tan grandes como para no entender que puede ser profundamente tocado por cualquier evento que sobreviniera? Eso está bien. Me agrada escucharlo. No obstante, ¿ha sido esa fe probada? Ha sido esa confianza puesta en prueba? Si no, cuídese de condenar a esos discípulos tan apresuradamente. No sea elevado, y tema. No piense que porque su corazón está ahora dentro de un armazón animado y alegre, ese armazón estará siempre de ese modo. No diga hoy, porque sus sentimientos son cálidos y fervientes: “Mañana estaré como hoy día, y mucho más abundante”. No diga, porque ahora su corazón está lleno de un fuerte sentido de la misericordia de Cristo: “Nunca Lo olvidaré mientras viva”. Oh, aprenda a abatir la falsa presunción de estima que tiene sobre sí mismo. Usted no se conoce a sí mismo completamente. Hay más cosas en su hombre interno de las que usted está consciente ahora. El Señor puede dejarlo como lo hizo con Ezequías para mostrarle todo lo que está en su corazón (2 Cro. 32:31). Bendito es el que se “viste de humildad”. “Feliz es aquel que siempre teme”. “Aquel que piensa estar firme, mire que no caiga” (1 Ped. 5:5, Prov. 28:14, 1 Cor. 10:12).
¿Por qué insisto en esto? ¿Quiero disculpar las corrupciones de los cristianos profesantes y excusar sus pecados? ¡Dios lo prohíbe! ¿Deseo menores estándares de santificación y tolerar a cualquiera que sea un soldado de Cristo flojo y holgazán? ¡Dios lo prohíbe! ¿Deseo borrar la amplia línea de distinción entre los convertidos y los no convertidos y hacer un guiño a las inconsistencias? Una vez más digo: “Dios lo prohíbe”. Sostengo firmemente que hay una poderosa diferencia entre un verdadero y un falso cristiano, entre un creyente y un inconverso, entre los hijos de Dios y los hijos del mundo. Sostengo firmemente que esta diferencia no es meramente una de fe sino una diferencia de vida, no sólo de profesión sino de práctica. Sostengo firmemente que las maneras de un creyente deben ser distintivas de aquellas de un no creyente, como lo son lo amargo de lo dulce, la luz de la oscuridad, el calor del frío. No obstante, quiero que los jóvenes cristianos entiendan lo que deben esperar encontrar dentro de sí mismos. Quiero prevenirlos de tropezar y confundirse al descubrir su propia debilidad y padecimiento. Quiero ver que ellos puedan tener verdadera fe y gracia a pesar de los susurros en contrario del demonio aunque se sientan con muchas dudas y miedos. Quiero que observen que Pedro y Marcos y Juan y sus hermanos fueron discípulos verdaderos y aún así no tan espirituales como para estar asustados. No se los digo como una excusa para la incredulidad de los discípulos. Sin embargo, sí les digo que esto muestra abiertamente que mientras estén en el cuerpo no deben esperar que la fe esté por sobre el alcance del miedo.
Por sobre todo esto, quiero que todos los cristianos entiendan lo que ellos deben esperar en otros creyentes. No deben concluir apresuradamente que un hombre no tiene gracia simplemente porque usted vea en él alguna corrupción. Hay manchas en la cara del sol y aún así el sol brilla intensamente e ilumina el mundo entero. Hay cuarzo y escoria mezclada con el oro que viene de Australia y aún así hay quien piensa que el oro de esa naturaleza no vale nada. Hay defectos en algunos de los más finos diamantes en el mundo y aún así esos defectos no inhiben que sean valuados a un altísimo precio. ¡Fuera con esta morbosa aprehensión que hace a muchos estar listos para excomulgar a un hombre por tener sólo unas pocas faltas! Estemos prestos a ver la gracia y más calmos en ver las imperfecciones. Sepamos que, si no podemos admitir que donde hay gracia existe corrupción, no encontramos gracia alguna en el mundo. Estamos aún en el cuerpo. El demonio no está muerto. No somos como los ángeles. El cielo aún no ha llegado. La lepra no ha sido alejada de los muros de la casa sin importar cuánto raspemos y nunca lo será hasta que la casa sea derribada. Nuestros cuerpos son en verdad el templo del Espíritu Santo, pero no serán un templo perfecto hasta que sean elevados o cambiados. La gracia es verdaderamente un tesoro, pero es uno en barcos terrenales. Es posible que un hombre abandone todo por Cristo y aún así sea le sobrevengan ocasionalmente dudas y miedos.
Ruego a cada lector de este mensaje recordar esto. Es una lección que vale la atención. Los apóstoles creyeron en Cristo, amaron a Cristo y abandonaron todo para seguir a Cristo. Y aún así usted ve en esta tormenta que ellos tenían miedo. Aprenda a ser caritativo al enjuiciarlos. Aprenda a ser moderado en las expectativas de su propio corazón. Enfrentado a morir por la verdad de que ningún hombre es un cristiano verdadero si no se ha convertido y si no es un hombre santo, no obstante, acepte que ese hombre puede estar convertido, tener un nuevo corazón y aún así responder a la debilidad, dudas y temores.
4. El Señor Jesucristo es poderoso
Usted tiene un asombroso ejemplo de Su poder en la historia con la cual estoy tratando. Las olas estaban rompiendo sobre el barco donde estaba Jesús. Los discípulos aterrados lo despertaron y gritaron por ayuda. “El se levantó y reprendió al viento y al mar le dijo: ¡Paz, estén quietos!. -Y el viento cesó y hubo una gran calma-”. Este es un milagro maravilloso. Nadie podría hacer esto salvo Uno que es poderoso. El mismo que habló e hizo el universo creado aquí se revela a Sí mismo hablando y mostrando que El posee el supremo control sobre todo. ¡Esto es poder! El que tiene el poder de crear la materia y los océanos y el viento, también tiene la energía sin límites para enjaezar el viento y calmar los mares con lo que parece ser mera palabra, saliendo con autoridad de Sus labios.
Es bueno para todos los hombres tener visiones claras del poder del Señor Jesucristo. Permitan a los pecadores saber que el Señor misericordioso -hacia quien es apremiado a ir y en quien es invitado a confiar- no es nada menos que el Todopoderoso que tiene poder sobre toda carne para dar vida eterna (Apo 1:8, Jn 17:2). Hagan saber al inquisidor ansioso que si tan sólo se atreve con Cristo y toma la cruz, se está atreviendo con Aquel que tiene todo el poder en los cielos y en la tierra (Mat 28;18). Permitan al creyente recodar que a medida que hace su viaje en el desierto su Mediador y Abogado, y Médico y Pastor y Redentor es el Señor de señores y Rey de reyes, y que a través de Él todas las cosas pueden ser hechas (Apo. 17:14, Fil 4:13). Estudiemos todos el tema porque merece ser estudiado.
a. Estúdielo en Su trabajo de la creación. “Todas las cosas fueron por Él hechas y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho” (Jn 1:3). Los cielos y todos sus habitantes gloriosos, la tierra y todo lo que contiene, el mar y todo lo que está en él –la creación completa, desde el sol en lo alto hasta el más pequeño gusano abajo- fue el trabajo de Cristo. Él habló y las cosas fueron hechas. El ordenó y ellas comenzaron a existir. Ese mismo Jesús, que fue nacido de una pobre mujer en Belén y vivió en la casa de un carpintero en Nazareth, ha sido el formador de todas las cosas. ¿No es esto poder?
b. Estúdielo en Sus obras de providencia y la continuidad ordenada de todas las cosas en el mundo. “Por Él todas consisten” (Col 1:17). El sol, la luna y las estrellas giran en un sistema perfecto. Primavera, verano, otoño e invierno se siguen unos a otros en orden regular. Continúan hasta hoy y no fallan de acuerdo a la ordenanza de Aquel que murió en el Calvario (Sal 119:91). Los reinos de este mundo se elevan y crecen, declinan y perecen. Los regentes de la tierra planean, esquematizan, hacen leyes y las cambian, pelean y devastan a uno y elevan a otro. Sin embargo poco meditan que ellos rigen sólo por el deseo de Jesús y que nada sucede sin el permiso del Cordero de Dios. No saben que ni ellos ni sus asuntos son como una gota de agua en las manos del Crucificado, y que El hace que las naciones crezcan y decrezcan tan solamente de acuerdo a Su mente. ¿No es esto poder?
c. Estudie el tema no menor de los milagros hechos por nuestro Señor Jesucristo durante los tres años de Su ministerio en la tierra. Aprenda de las poderosas obras que hizo; que las cosas que son imposibles para el hombre son posibles para Cristo. Vea en esto un cuadro amoroso de lo que Él es capaz de hacer por su alma. Aquel que pudo resucitar muertos con una palabra puede fácilmente levantar a un hombre de los pecados de muerte. Aquel que pudo dar vista al ciego, escuchar al sordo y hablar al mudo puede también hacer que los pecadores vean el reino de Dios, escuchen el gozoso sonido del Evangelio y hagan alabanzas al amor redentor. Aquel que podía sanar la lepra con un toque puede sanar cualquier enfermedad del corazón. Aquel que podía echar fuera demonios puede declarar cada pecado residente ceder ante Su gracia. ¡Oh, comience a leer sobre los milagros de Cristo con esta luz! Tan perverso, malo y corrupto como pueda sentirse, alíviese con el pensamiento que usted no está fuera del poder de Cristo para sanarse. Recuerde que en Cristo no sólo hay plenitud de misericordia sino también plenitud de poder.
d. Estudie el tema en particular como es puesto delante de usted hoy. Con seguridad que su corazón algunas veces ha sido vapuleado como las olas en una tormenta. Lo ha encontrado agitado como las aguas de un mar tormentoso cuando no puede descansar. Venga y escuche este día que hay Uno que puede hacerlo descansar. Jesús puede decirle a su corazón, cualquiera sea su enfermedad: “Paz, esté tranquilo!”
¿Tiene dudas? ¿Puede pensarse a sí mismo en una circunstancia única? ¿Puede Cristo conquistar el corazón de cualquier hombre, aún el suyo, y dar a cualquiera un descanso, aún a usted? ¿Puede? ¿Aún si su conciencia interna es azotada por innumerables transgresiones, y desgarrada por toda ráfaga de tentación? ¿Aún si el recuerdo de una espantosa inmoralidad pasada es gravoso y la carga es intolerable? ¿Aún si su corazón parece estar lleno de maldad y el pecado parece arrastrarlo a su merced como un esclavo? ¿Aún si el demonio cabalga desde y hacia su alma como un conquistador, y siempre le dice que es vano pelear contra él, y que no hay esperanza para usted? Le digo que hay Uno que puede aún a usted darle perdón y paz. Mi Señor y Maestro Jesucristo puede reprender la furia del demonio, puede calmar la miseria de su alma y decirle aún a usted: “¡Paz, esté tranquilo”! El puede dispersar esa nube de culpa que pesa sobre usted. El puede hacer que la desesperación se vaya. El puede llevarse el miedo. El puede remover el espíritu de esclavitud y llenarlo con el espíritu de adopción. Satán puede sostener su alma como un fuerte hombre armado pero Jesús es más fuerte que él, y cuando El ordena, los prisioneros deben ser liberados. ¡Oh, si algún lector atribulado desea la calma interna, dejémoslo ir a Jesús este día y todo será bueno!
¿Y qué hay si su corazón está correcto en Dios y aún así usted está presionado con la carga de problemas terrenales? ¿Qué si el miedo a la pobreza lo vapulea de aquí para allá y parece como que terminará aplastándolo? ¿Qué si el dolor del cuerpo es terrible y lo aturde día tras día? ¿Qué si usted es súbitamente puesto aparte de su servicio activo y es compelido por la debilidad a sentarse quieto y hacer nada? ¿Qué si la muerte ha venido sobre su hogar y ha tomado a su Raquel o José o Benjamín y está solo, abatido por la tristeza? ¿Qué si esto ha sucedido? ¡Aún hay descanso en Cristo! El puede hablar paz para los corazones heridos tan fácilmente como calmar las aguas tormentosas. El puede reprochar voluntades rebeldes tan poderosamente como vientos furiosos. El puede abatir las tormentas de dolor y silenciar pasiones tumultuosas, tan seguro como detuvo la tormenta en Galilea. El puede decir a la ansiedad más abrumadora: “¡Paz, Tranquila”! Los flujos de preocupación y tribulación pueden ser poderosos pero Jesús se sienta sobre ellos y es más poderoso que las olas del mar (Sal. 93:4). Los vientos de problemas pueden soplar alrededor suyo pero Jesús los tiene en Su mano y puede controlarlos cuando El quiera. Oh, si algún lector de este mensaje tiene su corazón roto, desgastado y lleno de pesar, dejemos que vaya a Jesucristo y le pida a Él y descansará. “Vengan a Mí”, El dice, “todos los que trabajan y tienen pesada carga, y Yo les daré descanso” (Mat. 11:28)
Invito a todos los que se llaman a sí mismos cristianos a tomar una visión amplia del poder de Cristo. Dude de cualquier cosa si lo desea pero nunca dude del poder de Cristo. Que usted ama secretamente el pecado, puede ser dudoso. Que el orgullo de su naturaleza se oponga a la idea de ser salvado como un pobre pecador por gracia, puede ser dudoso. Sin embargo, una cosa no es dudosa y esa es que Cristo es “capaz de salvar hasta el último” y lo salvará a usted si Lo deja (Heb. 7:25).
5. Por último, aprendamos cuán tiernamente y pacientemente el Señor Jesús trata con los creyentes débiles
Vemos esta verdad extraída de Sus palabras a Sus discípulos, cuando el viento cesó y hubo calma. Él bien podría haberlos reprochado duramente. Él bien podría haberles recordado de todas las grandes cosas que había hecho por ellos, y reprocharlos por su cobardía y desconfianza, sin embargo, no hay ira alguna en las palabras del Señor. Él simplemente hace dos preguntas: “¿Por qué tienen tanto miedo? ¿Cómo es que ustedes no tienen fe?
Toda la conducta del Señor hacia Sus discípulos en la tierra merece una cuidadosa consideración. Arroja una hermosa luz sobre la compasión y paciencia que hay en El. Ningún maestro por seguro alguna vez tuvo aprendices tan lentos para aprender su lección como Jesús tuvo con sus apóstoles. Ningún aprendiz por seguro tuvo alguna vez un maestro tan paciente y tolerante como el que los apóstoles tuvieron en Cristo. Reúna toda la evidencia sobre esto que yace dispersa a través de los Evangelios, y vea la verdad a la que me refiero.
En ningún momento del ministerio de nuestro Señor los discípulos parecen comprender completamente el objetivo de Su venida al mundo. La humillación, la expiación, la crucifixión eran cosas ocultas para ellos. Las palabras más simples, las advertencias más claras de su Maestro sobre lo que iba a sucederle parecieron no tener ningún efecto en sus mentes. No entendieron. No percibieron. Estaba oculto a sus ojos. Una vez, incluso, Pedro trató de disuadir al Señor del sufrimiento: “Que sea lejos de Ti, Señor”, dijo “que esto no Te ocurra” (Mat. 16:22; Luc. 18:34, 9:45)
En forma frecuente usted verá cosas en sus espíritus y conducta que no son en manera alguna para ser alabadas. Un día se nos dice que ellos discutieron entre ellos cuál sería el mayor (Mar. 9:34). Otro día ellos no consideraron Sus milagros, y sus corazones fueron endurecidos (Mar. 6:52). Una vez dos de ellos deseaban el fuego del cielo para una ciudad porque no los recibieron allí (Luc 9:54). En el jardín de Getsemaní los tres mejores dormían cuando debían haber estado en vigilia y orando. En la hora de Su traición todos ellos Lo abandonaran y se fueron, y –lo peor de todo- Pedro, el más adelantado de los doce, negó a Su maestro tres veces con un juramento.
Aún después de la resurrección, usted observa la misma incredulidad y dureza de corazón en ellos, aunque vieron a Su señor con sus ojos, lo tocaron con sus manos, aún entonces algunos dudaron. ¡Tan débil eran ellos en fe! Tan lentos de corazón eran para “creer todo lo que los profetas habían anunciado” (Luc 24:25). Así de lerdos eran ellos para entender el significado de las palabras de nuestro Señor, las acciones y la vida y la muerte.
Pero ¿qué ve usted en el comportamiento de nuestro Señor hacia estos discípulos a través de todo Su ministerio? Usted ve tan sólo piedad inmutable, compasión, bondad, mansedumbre, paciencia, largo sufrimiento y amor. Él no los echa lejos por su estupidez. No los rechaza por su incredulidad. No los destituye para siempre por su cobardía. Los instruye en la medida en que ellos podían soportar. Los conduce paso a paso, como una cuidadora hace con un niño cuando recién comienza a caminar. Él les envía mensajes amables tan pronto como El resucita. “Ve”, le dice a la mujer, “Ve y diles a tus hermanos que vayan a Galilea y que allí Me verán” (Mat. 28:10). Los reune a Su alrededor una vez más. Restablece a Pedro en su lugar y lo conmina a “alimentar Sus ovejas” (Jn 21:17). Consiente a viajar con ellos cuarenta días antes de Su ascenso final. Los comisiona a seguir adelante como Sus mensajeros y predicar el Evangelio a los gentiles. Los bendice cuando parte y los alienta con esa promesa de gracia “Yo estoy con ustedes siempre, aún hasta el fin del mundo” (Mat. 28:20). Verdaderamente este era un amor que sobrepasa el conocimiento. Esta no es la conducta de un hombre.
Que todo el mundo sepa que el Señor Cristo es muy piadoso y de tierna misericordia. Él no quebrará el junco estropeado ni sofocará el lino humeante. Como un padre se conduele de sus hijos de este modo Él se conduele con los que Le temen. Como aquel a quien su madre conforta así Él confortará a Su pueblo (Mat 12:30, Sal 103:13, Isa. 66:13). Él cuida de los corderos de Su rebaño tanto como de la oveja vieja. El cuida de los enfermos y débiles de Su redil tanto como de los fuertes. Está escrito que Él los cargará en Su seno antes de dejar que uno se pierda (Isa. 40:11). Él cuida del menor de los miembros de Su cuerpo así como del más grande. Él cuida por los bebes de Su familia así como de los hombre maduros. Él cuida por las pequeñas y más tiernas plantas de Su jardín tanto como del cedro de El Líbano. Todos están en Su libro de la vida y todos están bajo Su cargo. Todos han sido dados a Él en un pacto eterno, y El se ha comprometido, a pesar de todas sus debilidades, de llevar a cada uno a un hogar seguro. Tan sólo permitan a un pecador permanecer en Cristo por fe, y luego sin importar cuán feble sea esta fe, las palabras de Cristo son prometidas a él: “No Te dejaré nunca, ni Te abandonaré”. Él puede corregirlo ocasionalmente en amor. Él puede gentilmente reprobarlo algunas veces pero nunca, nunca lo abandonará. El demonio nunca lo arrancará de las manos de Cristo.
Que todo el mundo sepa que el Señor Jesús no desechará a Su pueblo creyente debido a sus debilidades y defectos. El esposo no aleja a su esposa porque encuentra en ella errores. La madre no abandona a su hija porque es débil, feble e ignorante. Y el Señor Jesucristo no arrojará a los pobres pecadores que han encomendado sus almas en Sus manos porque El vea en ellos manchas e imperfecciones. Oh, no, es Su gloria soslayar las fallas de Su pueblo y sanar sus reincidencias, hacer más de sus débiles gracias y perdonar sus múltiples fallas. El capítulo once de Hebreos es maravilloso. Es maravilloso observar cómo el Espíritu Santo habla de los hombres valiosos cuyos nombres están indicados. La fe del pueblo de Dios es allí presentada y mantenida en memoria. No obstante, las fallas de muchos de ellos, que fácilmente podrían haber sido traídas a colación, no son consideradas ni mencionadas en absoluto.
¿Quién hay ahora entre los lectores de este mensaje que siente deseos de salvación pero teme decidirse porque más tarde decaerá? Considere, le ruego, la ternura y la paciencia del Señor Jesús y no tema más. No tema tomar la cruz y salir resueltamente del mundo. El mismo Señor y Salvador que lidió con los discípulos está listo y deseoso de hacerlo con usted. Si tropieza, ÉL lo levantará. Si yerra, Él gentilmente lo traerá de vuelta. Si desmaya, Él lo revivirá. Él no lo conducirá fuera de Egipto para luego permitir que muera en el desierto. Él lo llevará seguro a la tierra prometida. Sólo comprométase usted mismo a Su guía y entonces, mi alma por la suya, Él lo llevará al hogar seguro. Sólo escuche la voz de Cristo, sígalo y nunca perecerá.
¿Quién hay entre los lectores de este mensaje que ha sido convertido y desea hacer la voluntad de Su Señor? Este día, tome como ejemplo la bondad y el largo sufrimiento de Su maestro y aprenda a tener un corazón tierno y amable con los otros. Relaciónese amablemente con los nuevos conversos. No espere que ellos sepan todo y entiendan todo de inmediato. Tómelos de la mano. Encaucélos y aliéntelos. Crea en todas las cosas, tenga esperanza en todo, en lugar de contristar ese corazón que Dios no hubiera hecho triste. Trate amablemente con los reincidentes. No les vuelva la espalda como si ellos fueran casos perdidos. Use medios legales para restablecerlos en su lugar. Considérese a usted mismo y sus frecuentes debilidades y haga lo que le gustaría que le hicieran. Alas, hay una dolorosa ausencia de la mentalidad del Maestro entre muchos de Sus discípulos. Hoy en día existen pocas congregaciones, me temo, que hubieran recibido a Pedro en comunión nuevamente después de negar al Señor, al menos no después de un largo tiempo. Hay pocos creyentes listos para hacer el trabajo de Barnabás –deseoso de discipular a nuevos creyentes, y alentarlos en sus primeros comienzos. Honestamente, deseamos un derramamiento del Espíritu sobre los creyentes casi tanto como sobre el mundo.
Esté conmigo unos pocos momentos mientras digo unas pocas palabras para enfatizar más profundamente en su corazón las cosas que ha estado leyendo
- Este mensaje parece estar preparado para algunos que no saben nada por experiencia del servicio a Cristo o de Cristo mismo.
Hay demasiados que no tienen interés alguno en las cosas que he estado escribiendo. Todo su tesoro está en la tierra. Ellos están completamente absortos en las cosas del mundo. No les importa nada de los conflictos y luchas y debilidad y dudas y temores de un creyente.
Les importa poco si Cristo es o no un Hombre o Dios. Les importa poco si El hizo o no milagros. Todo es una materia de palabras y nombres y formas de las cuales ellos no se hacen problema. Están sin Dios en el mundo.
Si, quizá, usted es un hombre como este, sólo puedo advertirle seriamente que su curso actual no puede durar. Usted no vivirá para siempre. Habrá un final. Canas, edad, enfermedad, debilidad, muerte –todas están frente a usted y las encontrará un día. ¿Qué hará cuando llegue ese día?
Recuerde mis palabras de hoy. No encontrará gratificación cuando esté enfermo y moribundo a menos que Jesucristo sea su amigo. Usted descubrirá, para su dolor y confusión, que no importa lo mucho que los hombres hablen y presuman, lo que no puede hacer sin Cristo en la hora de su muerte. Usted podrá llamar a ministros y hacer que le lean oraciones y le den el sacramento. Puede pasar por todas y cada una de la ceremonias cristianas, sin embargo, si usted muere viviendo una vida descuidada y mundana, despreciando a Cristo en cada mañana de sus días, no debe sorprenderse si Cristo lo deja solo en su último final. Alas, estas son serias palabras que tristemente a menudo se cumplen: “Me reiré de tu calamidad, Me burlaré cuando tu miedo sobrevenga” (Prov. 1:26).
Venga entonces, este día, y sea advertido por uno que ama su alma. Cese de hacer lo malo. Aprenda a hacer lo bueno. Abandone la tontera y vaya por el camino del entendimiento. Deseche ese orgullo que aprisiona su corazón y busque al Señor Jesús mientras Él pueda ser hallado. Deseche la pereza espiritual que paraliza su alma y resuelva considerar su Biblia, sus oraciones y sus domingos. Séparese del mundo que nunca podrá realmente satisfacerlo y busque el tesoro que por sí mismo es verdaderamente incorruptible. ¡Oh, que las propias palabras del Señor puedan encontrar eco en su conciencia! ¿Hasta cuándo, ustedes los simples, amarán la simpleza y los desdeñadores se deleitan en su desdén y los tontos aborrecen el conocimiento? Vuélvanse a mi reprensión y Yo pondré mi en ustedes, les haré saber Mis palabras” (Prov. 1:22-23). Yo creo que el pecado supremo de Judas Iscariote fue el no buscar el perdón y volver a Su señor nuevamente. Tenga cuidado que este no sea su pecado también.
2. Este mensaje caerá probablemente en las manos de alguien que ama al Señor Jesús, cree en Él y desea amarlo mejor. Si usted es ese hombre, tome la palabra de exhortación y aplíquela a su corazón. Mantenga en su mente, como una verdad siempre presente, que el Señor Jesús es una Persona actualmente viva y trate con Él como tal.
Me temo que muchos de aquellos que profesan a Cristo en nuestros días han perdido de vista la persona de nuestro Señor. Hablan más acerca de la salvación que de su único Salvador, y más acerca de la redención que del verdadero Redentor, y más acerca de las obras de Cristo que de Cristo mismo. Esta es una gran falta, una que da cuenta del espíritu seco y marchito que insufla las vidas religiosas de muchos creyentes.
Si desea crecer en gracia, tener gozo y paz en creer, tenga cuidado de caer en este error. Cese de mirar el Evangelio como una mera colección de doctrinas secas. Mírelo mejor como una revelación del Ser viviente poderoso bajo cuya vista usted está destinado a vivir. Deje de mirarlo como un mero conjunto de proposiciones abstractas y principios abstrusos y reglas. Mírelo como la presentación de un Amigo personal glorioso. Es la clase de Evangelio que los apóstoles predicaron. Ellos no iban al mundo diciéndole a la gente del amor y misericordia y el perdón en forma abstracta. El objetivo principal de todos sus sermones era el corazón amoroso de un Cristo realmente vivo. Esta es la clase de Evangelio que está más calificado para promover la santificación y adecuación para la gloria. Nada, por cierto, es tan probable para prepararnos para el cielo, donde la presencia personal de Cristo estará en todo, y para la gloria, donde enfrentaremos a Cristo cara a cara, como darse cuenta de la comunión con Cristo como una Persona viva aquí en la tierra. Ahí está toda la diferencia en el mundo entre una idea y una persona.
Trate de mantener en su mente como una verdad siempre presente que el Señor Jesús es inmutable. Ese Salvador, en cual usted confía, es el mismo de ayer, de hoy y de siempre. No sabe de la variabilidad ni de sombra de cambio. Aunque esté en lo alto en el cielo a la mano derecha de Dios, simplemente Él es el mismo que fue ochocientos años atrás en la tierra. Recuerde esto y usted hará bien.
Sígalo a través de todos Sus viajes de aquí para allá en Palestina. Note cómo Él recibió a todos los que vinieron a Él y no desechó a ninguno. Note cómo Él tenía oído para escuchar cada historia de agonía, una mano para ayudar en cada caso de aflicción para todos aquellos que necesitaban compasión. Y entonces dígase a usted mismo “Este mismo Jesús es el que es mi Señor y Salvador. Los lugares y el tiempo no han hecho diferencia en Él. Lo que Él era, Él es y será para siempre”.
Seguramente este pensamiento dará vida y realidad a tu religión diaria. Seguramente este pensamiento dará sustancia y forma a sus expectativas por las buenas cosas por venir. Ciertamente es una materia de gozosa reflexión que Aquel que estuvo treinta y tres años en la tierra, y de cuya vida tomamos cuenta en los Evangelios, es el mismo Salvador en cuya presencia estaremos eternamente.
La última palabra de este mensaje será la misma que la primera. Deseo que los hombres lean los cuatro Evangelios más de lo que lo hacen. Deseo que los hombres lleguen a estar más familiarizados con Cristo. Deseo que los que no creen conozcan a Jesús y que puedan tener vida eterna a través de Él. Deseo que los creyentes conozcan mejor a Jesús, que ellos puedan ser más felices, más santos y adecuados para la herencia de los santos en luz. Aquel, será el hombre más santo, el que aprenda a decir con Pablo: “Para mí vivir es Cristo (Fil. 1:21).
[1] El socinianismo es una doctrina cristiana, considerada herética por las iglesias mayoritarias, difundida por el pensador y reformador italiano Fausto Socino, aunque al parecer se inspiró en las ideas ya formuladas por su tío Lelio Socino. La doctrina sociniana es antitrinitaria y considera que en Dios hay una única persona y que Jesús de Nazaret no existía antes de su nacimiento, aunque nacido milagrosamente de la Virgen María por voluntad divina. La misión de Jesús en la tierra fue transmitir la voluntad del Padre tal como le había sido revelada, y tras su crucifixión fue resucitado por Dios y elevado a los cielos, donde adquirió la inmortalidad y desde donde reina sobre el mundo desde entonces. Los que crean en él y en el Dios de la revelación cristiana también disfrutarán de una vida inmortal, mientras que los incrédulos y pecadores no irán al infierno (que no existe según la doctrina de Socino), sino que simplemente sus almas se extinguirán tras la muerte del cuerpo físico. Por tanto, la salvación consiste en la inmortalidad y es concedida directamente por la Gracia divina a los que creen. El socinianismo defiende también una interpretación racionalista de la Biblia y los Evangelios y la capacidad del creyente de discernir la verdad por sí mismo